La entrada hermosa es por el palacio del Trocadero, de forma de herradura, que quedó de una Exposición de antes, y está ahora lleno de aquellos trabajos exquisitos que hacían con plata para las iglesias y las mesas de los príncipes los
joyeros del tiempo de capa y espadón, cuando los platos de comer eran de oro, y las copas de beber eran como los cálices.
José Martí
Nuestro Amo está expuesto, anda a visitarlo, Damiana, te hincas en el presbiterio, ante el ascua de oro del altar bendito rezas un padre-nuestro y le cuentas a Dios tus angustias, tus deseos, y le dices así: «Padre mío, tú formaste mi alma de diamante y quiero seguir siendo en la vida un diamante para ser un diamante en el cielo y acurrucarme como un lucero, en la noche, que es el infinito raso azul de tus santos joyeros.
Y aun lo que no vive parece desfallecer: los metalúrgicos hablan de la «fatiga» de las aleaciones; los joyeros, de las dolencias de las piedras.
Maestro Mono. Maestro Simio, llegaron a ser músicos, cantantes, tiradores de cerbatana, pintores, escultores, joyeros, orfebres. Ahora bien, Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, no hacían cotidianamente más que blanco, que jugar a la pelota .
Y entraron, y vagaron por las calles. Al pasar por el barrio de los joyeros, el joven Pescador se fijó en una copa de plata que estaba expuesta en una tienda.
¡Qué nobles relatos Leemos en vuestros ojos profundos como los mares! Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias, Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.
¿Y la calle del Cairo, que es una calle egipcia como en Egipto, unos comprando albornoces, otros tejiendo la lana en el telar, unos pregonando sus confites, y otros trabajando de
joyeros, de torneros, de alfareros, de jugueteros, y por todas partes, alquilando el pollino, los burreros burlones, y allá arriba, envuelta en velos, la mora hermosa, que mira desde su balcón de persianas caladas?
José Martí
Quiero decir que a nadie sino a mí le llevan a hilar sartas de perlas; que los
joyeros a mí acuden y, a pesar de ser bien escaso el número de collares magníficos en Europa, como todos vienen a parar aquí, ando siempre agobiada de labor...
Emilia Pardo Bazán
Yo, que siempre oí decir ´Dime con quién andas y diréte quién eres’, por ir con buena compañía puse el pie en el umbral del camino, y sin sentirlo me hallé resbalado en medio dél como el que se desliza por el hielo, y topé con lo que había menester, porque aquí todos eran bailes y fiestas, juegos y saraos, y no el otro camino, que por falta de sastres iban en él desnudos y rotos, y aquí nos sobraban mercaderes,
joyeros y todos oficios.
Francisco de Quevedo
Valen la mitad de lo que vale el mejor de los collares que usted vio en la calle de la Paz, le contesté con calma imperturbable y sin una sonrisa, después de examinar el contenido de los estuches, marcados los unos con el nombre de Tiffany, los otros con los de varios joyeros parisienses de segundo orden, y donde no había una sola piedra sin defecto.
Echad los ojos por esos mercaderes (sino es que estén ya allá, pues roban los ojos), mirad esos
joyeros, que a persuasión de la locura venden enredos resplandecientes y embustes de colores donde se anegan los dotes de los recién casados.
Francisco de Quevedo
En esto se desapareció con otro tanto ruido. Iba tras ella gran chusma de traperos, mesoneros, venteros, pintores, chicharreros y
joyeros, diciéndola: .
Francisco de Quevedo