Tres minutos después, el visitante se inclinaba ante Irene. Pero ella,
irónica y afectuosa, le rió con los ojos: -Nada de cumplidos.
Emilia Pardo Bazán
-Y qué, señor Pepe, qué ha sío eso que ha pasao entre dos tan güenos amigos como lo fueron siempre usté y aquel por mo del cual vino ar mundo mi presonita gitana. -Ná, si no ha pasao ná, arsolutamente ná -exclamó el viejo con voz irónica y amenazadora expresión.
Y el señor Cristóbal no pudo continuar; al conjuro de sus palabras habíase obrado una extraña metamorfosis en el rostro de la Pelirroja: brillábanle a ésta de nuevo los ojos con infantil alborozo, y una sonrisa irónica y picaresca serpeábale por los encendidos labios.
Sin ser del pago, no sólo ya conocía del campo cada mata de pasto y cada charco de agua, sino el nombre, apellido y filiación de cuanto bicho dañino había en la vecindad, sus mañas, sus costumbres, el número y el pelo de sus caballos; y, cosa rara, cada vez que alguno había querido pegar malón, había topado, en el momento de desatar el alambrado, o de hacerlo franquear por el caballo, con perros de la estancia, que, amenazándole de cerca las pantorrillas y esquivando los tajos, le habían ladrado hasta que, de entre la obscuridad de la noche, los llamase una voz tranquila, algo irónica, con un despreciativo: «¡Dejalo, hijo!» Pronto la conocieron todos, esta voz, por ser la de Ciriaco, aunque nunca se dejase ver, y empezó a criar fama de brujo.
Una amarga e
irónica sonrisa contrajo los labios del minero, y exclamó: -Sea usted franco, don Pedro, y díganos de una vez que quiere obligarnos a que vayamos a trabajar al Chiflón del Diablo.
Baldomero Lillo
-¿Sabe usted -dijo con su calma algo
irónica y siempre cortés el banquero- que se me figura que hemos levantado de cascos a aquella infeliz, y la hemos hecho desgraciada para toda su vida?...
Emilia Pardo Bazán
El cielo estaba maravillosamente azul, los árboles se habían vestido de primavera; la naturaleza hacía gala de una irónica alegría.
Al alcance de mi mano, como
irónica tentación, estaban las riquezas abandonadas, las maravillas de arte que acaso codicié: ningún ojo sino el mío para contemplar los cuadros de Velásquez, las estatuas de Fidias, las cinceladuras de Cellini; y allá en las secretas cajas de los abandonados bancos, ninguna mano sino la mía para hundirse en los montones de billetes y centenes de oro...
Emilia Pardo Bazán
Una sombra se proyectó en el muro y una voz burlona profirió desde arriba una frase
irónica y sangrienta que era una injuria mortal.
Baldomero Lillo
Y el resultado del cálculo debió ser lisonjero, porque lanzó un gruñido de satisfacción, y hasta se sonrió ligeramente cuando, al dirigir la vista hacia el camino, percibió a través de la reja la cómica y ominosa figura del viejo, avanzando delante del vaquero, con los brazos abiertos, como si fuese tras esas sombras de la justicia y de la misericordia, bajo la
irónica mirada del sol.
Baldomero Lillo
Un gobernador, que era entonces el ídolo de su pueblo, y cuya literatura se recordará siempre con respeto, repelió con esta irónica zumba la importunidad de los comerciantes de Cádiz, que sostenían un empeño enteramente igual al de los nuestros; y este es seguramente el lenguaje más propio para contestar semejantes pretensiones.
Ría al oír esta frase el Mefistófeles que todos llevamos dentro del alma, agite las luengas plumas del rojo birrete, crispe diabólica mueca su irónica fisonomía, iluminada por un reflejo de infierno y lance al aire su carcajada de burla; sin tocar la alfombra porque al pensar en ella la veo, incontaminada por la atmósfera de la tierra, insexual y radiosa como los querubines de Milton.