n 1860 era yo asiduo concurrente a la tertulia del brigadier del ejército español don Antonio Vigil, quien, después de la capitulación de Ayacucho, tomó servicio con los republicanos y alcanzó a
investir la clase de general.
Ricardo Palma
Tengo para mí que Dios, con ser Dios, hizo una chambonada de tomo y lomo en no
investir a Adán siquiera con el título de duque, y a madama Eva con el de princesa palatina.
Ricardo Palma
5.- Investir, en tiempo de guerra o de peligro extraordinario, al Presidente de la República, con las facultades que se juzguen indispensables para la salvación del Estado.
El brigadier arequipeño don Juan Ruiz de Somocurcio que, como subjefe del mariscal Valdés, capituló en Ayacucho, debió ser soldado de mucho ñeque, cuando, a pesar de su condición de americano, llegó a
investir tan alta clase militar en diez y siete años de carrera, principiada, como cadete, en 1806.
Ricardo Palma
Don Fernando y don Jacinto Bethancourt, hermanos de nuestro don Pedro, vinieron al Perú por los años de 1648, alcanzando el primero a
investir la dignidad de canónigo en Quito, y el segundo llegó a desempeñar alto empleo en las Cajas Reales.
Ricardo Palma
A fin de investir al trabajo humano de la dignidad que por siglos le fue desconocida, lo ha rodeado de garantías y ha entregado la tierra a quien la trabaja.
El emperador, después de
investir a Vaca de Castro con el hábito de Santiago, lo comisionó para venir a poner orden en estos sus reinos del Perú y Nueva Granada y examinar las acusaciones levantadas contra Pizarro y el adelantado Benalcázar.
Ricardo Palma
Seríamos nosotros capaces de investir a la Academia Española de poder coercitivo y poner a sus órdenes un cuerpo de gendarmes, para que sepultase en negros calabozos a estos violadores y asesinos de la lengua.
Le correspondió refrendar la nueva Constitución Política de 1933 aprobada por dicho Congreso, y le tocó investir con la insignia del mando supremo al Mariscal Óscar R.
En 1596, Segar acompaña a la Gilbert Talbot, 7mo conde de Shrewsbury para investir a Enrique IV de Francia con la Orden de la Jarretera, siendo testigo de la famosa Entrada Real de Henry en Rouen.
Los monarcas no querían que el Papa les despojara de la facultad de investir a los destinatarios de aquellos feudos y de obtener, a cambio, el provecho inherente a la concesión feudal.
Se sostiene que su importancia es central y se justifica fundamentalemente por dos razones: porque, de no existir, la energía libidinal que se libera durante la cura pasaría a investir de inmediato objetos externos, situación que el analista debe evitar, puesto que la energía debe ponerse en la situación analítica.