la justicia ha sido arrojada de su templo por infames mercaderes y sobre la tumba de la Constitución se alza con cinismo una teocracia inaudita Venustiano Carranza impulsor de la Constitución Mexicana de 1917.
Siempre están de parte de la comodidad y del ocio, llamando pacíficos a los infames, y atentos a los envilecidos; y son tan malos, que sólo es peor el que los da crédito.
Asieron, pues, de Genaro por un resto bien laudable de una amistad generosa, mas que de poco les vale; porque no bien se inclinaron en brazos para elevarle (pues ni se mueve ni alienta), cuando a las voces de ¡infames!
Quiso abrir las maderas, pero no lo consiguió; gritó, mas su voz no fue oída, y temiendo que le hubieran hecho prisionero, pensó, no sin espanto, que había caído en poder de algunos infames que no le soltarían fácilmente, puesto que nada podía dar para su rescate.
No quiera Dios que siga los varones que moran nuestras plazas macilentos, de la verdad infames histrïones; estos inmundos, trágicos, atentos al aplauso común, cuyas entrañas son oscuros e infaustos monumentos.
—Sí, la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras armas;
infames. El lobo, el tigre, la pantera también son fuertes como vosotros.
Esteban Echeverría
—¿Por qué no llevas luto en el sombrero por la heroína? —Porque lo llevo en el corazón por la Patria, ¡por la Patria que vosotros habéis asesinado,
infames!
Esteban Echeverría
Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria.
Fray Ambrosio, pálido de cólera, levantó los brazos escuetos, gigantescos, amenazadores: Sobre su cabeza siempre temblona, bailoteaban las manos de rancio pergamino: —¡Calla, lengua de escorpión!... Calla y aprende a tener respeto. ¿Sabes a quién has ofendido con tus infames palabras? ¿Lo sabes?
Todos obedecieron, mientras el joven de pie encarando al juez exclamó con voz preñada de indignación. —
Infames sayones, ¿qué intentan hacer de mí?
Esteban Echeverría
Parrón se apeó muy despacio, descolgó su escopeta de dos cañones, y, apuntando a sus camaradas, dijo: - ¡Imbéciles! ¡
Infames! ¡No sé cómo no os mato a todos!
Pedro Antonio de Alarcón
No envidiamos a Rusia sus bellas revolucionarias; en torno de nuestra bandera acribillada se agrupan las obreras de la revolución, merced a las persecuciones salvajes y a las traiciones
infames; gracias al furor desbordado de los tiranos, la pureza de nuestra causa ha encontrado franco asilo en el delicado pecho de la mujer.
Práxedis G. Guerrero