Los cuatro perros estaban apiñados gruñendo sordamente, sin apartar los ojos de míster Jones, que continuaba inmóvil, mirándolos. El cachorro, incrédulo, fue a avanzar, pero Prince le mostró los dientes: — No es él, es la Muerte .
Las apariciones que pudiesen ser objeto de nuestra ilusión o efecto de hipnotismo o sugestión colectiva, fueron innumerable número de veces fotografiadas sugestionándose la placa fotográfica, lector incrédulo.
A medias incrédulo, a medias inclinado a dar crédito a la deshonrosa insinuación transmitida por medios tan sucios, el príncipe Demetri se precipitó a los aposentos de su hija.
Todavía incrédulo, el desconcertado príncipe registró las habitaciones, y con el pretexto de la posible existencia de ladrones, asaltantes y otros intrusos de malas intenciones, registró el ala por los cuatro costados.
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incrédulo sería preciso ser para negar que estamos en el siglo de las luces y de la más extremada civilización: el hombre ha dado ya con la verdad, y la razón más severa preside a todas las acciones y costumbres de la generación del año 1835.
Mariano José de Larra
Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo sino creyente.» 28.
La Biblia (Nuevo Testamento)
"Usted piensa que necesita explicación," añadió, mientras yo miraba incrédulo, "pero la explicación no necesita ser larga; el coste del trabajo para producir un artículo era reconocido en su época como la base legítima del precio éste, y lo es en nuestra época también.
DE LA 7ª APARICION, JOAN, XX, V.24-29. 1º primero: Sancto Thomás, incrédulo, porque era absente de la aparición precedente, dice: (Si no lo viere, no lo creeré).
2º 2º: se les aparece Jesús desde ahí a ocho días, estando cerradas las puertas, y dice a Sancto Thomás: (Mete aquí tu dedo, y vee la verdad, y no quieras ser incrédulo, sino fiel).
Su discurso fue como un resumen de todo el cristianismo por el analísis sencillo y animado de los mandamientos de Dios, y teniendo presente el orador que se dirigía a ánimas juveniles, que era necesario tanto convencer como conmover, presentó el fin de un célebre incrédulo incorporándose en su lecho de muerte para dejar en herencia a su hijo que quedaba huérfano, a falta del buen ejemplo de su vida, la gran amonestación de su muerte.
Supongamos a ambos fieles y buenos; aun así, seguramente es mejor el casado fiel y obediente a Dios que el continente de menos fe e incrédulo y menos obediente; pero si en las demás cualidades son iguales, ¿quién duda preferir el continente casado?
Al final movió la cabeza, y dando un risueño e
incrédulo suspiro, se alejó sonriendo y quién sabe qué murmurando de los ricos ociosos, los camellos y las agujas.
Antonio Domínguez Hidalgo