Isabeau se hallaba agotada por el cansancio. Pero las ánimas, con sus vocecitas, le imploraron con insistencia: - ¡Añade algo tú, añade algo más todavía, Isabeau!
Desde entonces sumisos venerando del Grande Ser los soberanos juicios, postrados a los pies de los altares
imploraron con lágrimas su auxilio.
Vicente López y Planes
-¿No ves cómo alumbra su cabeza? Postrándose otra vez,
imploraron: -¡Misericordia! ¡Nosotros no somos quienes le colgamos de la cruz!
Emilia Pardo Bazán
Quejas ahogadas, silabeo de oraciones en voz baja, grave salmodia de responsos, abrasadores lágrimas de arrepentimiento, sofocados suspiros flotaban en el ambiente como seres incorpóreos, como moléculas del incienso evaporado en el aire, como átomos de mirra quemada ante el ara; dijérase que las almas de cuantos allí
imploraron del Cielo paz o perdón se habían quedado cautivas en el círculo de los altos muros de la capilla.
Emilia Pardo Bazán
A sí propios se despedazaron en los templos, y bañados en su propia sangre y mortales heridas, imploraron el favor de sus mentidas deidades; si alguno tiene lugar de ver lo que hacen y lo que padecen, advertirá acciones tan indecentes e impropias de los honestos, tan indignas de los libertinos, tan desemejantes y contrarias a las de los cuerdos y sensatos, que no dudaría decir que están dementes y furiosos si fueran menos en número; pero ahora la numerosa multitud de fanáticos sirve para que los tengan por juiciosos.» Pues lo que insinúa que pasa en el mismo Capitolio, y lo que, sin miedo alguno, reprende severamente, ¿quién creerá que lo ejecutan, sino personas que escarnecen de ello o que están furiosas?
En su angustia imploraron ser peces para no morir, para no caer al Mictlan, el lugar de la muerte total, de la nada, y quedarse lejos, por siempre, del Omeyocan, la casa de la dualidad creadora, eterna.
Congregados los magnates Entra Enrique en aquel sitio Y desnudando el acero Preguntaba al arzobispo: -«¿Cuántos reyes poderosos Habéis en Castilla visto?» -«Tres, señor: a vuestro abuelo, A vuestro padre, a vos mismo.» -«Pues yo -replicó el Monarca- Joven soy y he conocido Tantos reyes cuantos grandes Estoy viendo al lado mío; Pero caerán las cañas A impulso del viento altivo Que locuaces y sonoras Las hicieron más benigno.» A una seña del Monarca Soldados apercibidos, Verdugo, tajo y cuchilla Viéronse entrar de improviso. Horrorizados los grandes Imploraron con gemidos El perdón y la clemencia...
A nuestro regreso a Londres, los amigos que verdaderamente deseaban mi bien me imploraron que me fuera al extranjero, que no afrontara un proceso imposible.
Bajo la presión del doble ataque, se convirtieron de guerreros en suplicantes, e imploraron al dictador por un lado y al cónsul por otro no hacer de su exterminio el precio de la victoria, sino que les permitiesen deponer sus armas y marcharse.
Los más cercanos al tribunal, que podrían ser reconocidos al estar a la vista del dictador, le imploraron por el jefe de la caballería y para que no condenase con él a todo el ejército; los que estaban más lejos y los que habían rodeado a Fabio vilipendiaban al dictador de insensible y despiadado.
Acompañados por ellos se fueron hacia las tribus y les imploraron que no cometiesen el peor de los crímenes y estableciesen un precedente aún más pésimo al pervertir la justicia en su propio beneficio.
Los lucanos, dijeron, habían ya cometido demasiados errores; ya se habían dado cuenta de que sería mejor soportar y sufrir todo aquello antes que intentar cualquier cosa contra Roma. Imploraron al Senado que les tomasen bajo su protección y que les defendiesen de las agresiones injustas de los samnitas.