Por la serenidad y energía de vuestra política exterior, por la implacable decisión de hacer efectiva para el campesino la reforma agraria...
Queda el dolor un día Dentro del corazón más amoroso En lenta y profundísima agonía, Pero calma el dolor más riguroso Y el que más implacable parecía.
Algunas palabras tal vez me han salido revueltas. - Está mal de cabo a rabo- sentenció la Oruga en tono implacable, y siguió un silencio de varios minutos.
Al borde de aquel Sena taciturno y pálido, bajo los puentes cada vez más escasos, a lo largo de aquellos muelles planeados de grandes árboles delgados de ramas separadas bajo el cielo lívido como dedos de muerto, me sobrecogía un miedo irracional, un miedo agravado por el implacable silencio de De Jacquels; llegué a dudar de su presencia y a creerme junto a un desconocido.
La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriénida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botín.
Aborrecedor
implacable de los cristianos y de cuanto a ellos pudiera pertenecer, jamás pasó junto a un caballero principal o un canónigo de la primada sin quitarse una y hasta diez veces el mugriento bonetillo que cubría su cabeza calva y amarillenta, ni acogió en su tenducho a uno de sus habituales parroquianos sin agobiarlo a fuerza de humildes salutaciones, acompañadas de aduladoras sonrisas.
Gustavo Adolfo Bécquer
Lo esperaban el director, un hombre de baja estatura, morrudo, con cabeza de jabalí, pelo gris cortado a «lo Humberto I», y una mirada
implacable filtrándose por sus pupilas grises como las de un pez: Gualdi, el contador, pequeño, flaco, meloso, de ojos escrutadores, y el subgerente, hijo del hombre de cabeza de jabalí, un guapo mozo de treinta años, con el cabello totalmente blanco, cínico en su aspecto, la voz áspera y mirada dura como la de su progenitor.
Roberto Arlt
De tanto en tanto volvía la cabeza y le dirigía una sonrisa de señorita tímida a mi primo, que,
implacable como un beduino, seguía adelante sin mirar a dere-cha ni izquierda, a no ser para lanzar una de esas malas palabras que hasta a las bestias de la selva las obligan a enmudecer.
Roberto Arlt
Al ser humano no se le puede dirigir por medio de “clics” amaestradores, y si bien en los más animalizados, o alienados, puede funcionar, siempre aparece, al menos uno, que retoma la estafeta del perfeccionamiento humanístico y logra los saltos cualitativos en una dialéctica implacable, no determinista, sino lógica.
Apoyar no a un hombre sino a un pueblo, al pueblo de México en su lucha por la democracia, la libertad y la justicia. La historia apuntará, implacable, de qué lado estuvieron el pueblo y el gobierno norteamericano.
El látigo de la tiranía cae
implacable sobre los mártires nuestros hermanos; su continuo chasquido es un oprobioso silbido que llega a nuestros oídos, que zunba provocativo y sangriento sobre nuestras cabezas, y hiere nuestras almas indomables, excitando la tempestad de nuestros odios.
Práxedis G. Guerrero
Nuestro silencio sólo puede ser conseguido con la muerte; pero aun así, la pluma rebelde que empuñamos seguira
implacable mercenando el manto del césar para enseñar a la espada el camino de su podrido corazón; el espíritu inmortal de la revolución, identificado en ella, encontrará cien manos dispuestas a sucedemos en la brega.
Práxedis G. Guerrero