El río de Tambo que es muy caudaloso, estuvo tres días que no corrió, y otra vez doce días y, saliendo de madre, fue con tanta furia que asoló todo el valle sin dejar heredad ni ganado, muías, caballo y sementeras y cañaverales, que todo lo llevó y asoló.
Esto ha sido avalado por tres siglos en defensa de la heredad ancestral, con el recurso armado, basado en lo justo, contra los expoliadores hispanos que avasallaban estas tierras.
¡Es la imaginación! ¿Y no le parece a usted que más valiera que el peregrino se dedicase a cavar una
heredad? En otro tiempo, tal vez le hubiese respondido a mi interlocutor algo fuerte.
Emilia Pardo Bazán
En resumen, debemos suplicarle con confianza y constancia para que diariamente nos ilustre más y más con su luz y nos inflame con su caridad, disponiéndonos así por la fe y por el amor a que trabajemos con denuedo por adquirir los premios eternos, puesto que El es la prenda de nuestra heredad(60).
Los conquista- dores acaparaban colosales fortunas, no siempre por medios lícitos, y en el trance del morir, creían quedar en pmz con la conciencia y comprarse un cachito de heredad en la gloría eterna, cediendo la mitad de sus tesoros á los conventos, fun- dando capellanías y haciendo otros devotos legados.
Allí, sumido más que nunca en sus queridos libros que solamente dejaba para acercarse durante una hora a la heredad del Molino, aquella mezcla de sabiduría y de austeridad, tan rara a su edad, le había granjeado muy pronto el respeto y la admiración del claustro.
Almorzaron juntos, y Teodoro solo; y, llegado el punto de partirse, el amigo tomó el camino de Cazalla, donde tenía una rica
heredad.
Miguel de Cervantes Saavedra
Y el fervoroso cristiano que volvía del templo, lleno su corazón de místicos regocijos; y el célibe egoísta que, empuñando el roten, se desperezaba a la puerta de su, casa, dispuesto a emprender el higiénico paseo extramuros; el labrador afanoso que arreaba la yunta y dirigía el arado para abrir el primer surco en su heredad; y el bracero menesteroso..., cada cual a su manera, saludaba con himnos del corazón aquel inolvidable Sábado de Gloria de 1878.
En ésta, iluminada por un roñoso farol colgado de un clavo en una pared, se veía una enorme pila de panojas recién traídas de la heredad, y a su alrededor, sentados en el suelo, un enjambre de mozas y mozos del lugar ocupados en deshojarlas, echándolas después una a una, pero con extraordinaria rapidez, en los garrotes, o grandes cestos, que estaban colocados delante de los deshojadores, a razón de uno de los primeros por cada seis de los segundos.
El cargo de verdugo en Lima estaba miserablemente rentado; pues sus emolumentos se reducían a diez pesos al mes, valor del arrendamiento de un cajón de Ribera, cuyo número evitamos designar por no traer desazones y escrúpulos a su actual locatario y que, si pelecha, diga la murmuración que en la
heredad del verdugo se encontró un pedazo de cuerda de ahorcado, receta infalible para hacer fortuna.
Ricardo Palma
Y porque de lo que hasta aquí se ha sustentado y sustenta para este fin y efecto, de muchos años acá, sobre veinte, y más casi treinta, el dicho colegio, es de la estancia que se dice de Xiripitío que solía ser del Marques del Valle, en el Valle de Guaniqueo, y otras dos estancias allí junto a ella, de que su majestad me hizo merced y yo comprobé e poblé de ganados para este efecto dicho y sustentación de nuestra casa y Colegio, y así mesmo la granjería de trigo, tierras, molino y batán que allí se granjean para el mismo efecto, de que yo también tuve merced de su Alteza por de duro y heredad, como por la dicha cédula parece, y compré, de que todos nos sustentamos y habemos sustentado hasta ahora, así el dicho colegio como nuestra casa.
Item, ha de ser cada Vecino obligado a tener en su heredad plantados cada (un) año, quinientosárboles en cada una de las heredades y huertas, para que por tiempo no les falte leña.