De improviso, como quien
grita en un silencio eterno, dos mujeres enjoyadas y aristocráticas se acercaron hasta él y una de ellas, la menos joven, le preguntó con voz dulce y conmovedora: - ¿Algo le sucede?
Antonio Domínguez Hidalgo
Ya no es la misma de antes... Ahora es hasta más enojona que mi suegra. ¡Me
grita! ¡Me insulta! ¡Me exige más de lo que puedo darle!
Antonio Domínguez Hidalgo
¡Árida montaña de dolores...! —¡Ya filósofo! Ve a tu casa a curártela, mano... —
grita un bromista al hombre del discurso. Aquél continúa... como en éxtasis...
Antonio Domínguez Hidalgo
Hace poco estábamos por allá a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, en las montañas del Táchira, de La Grita arriba ¿cómo es que se llama por ahí?
Si no os doléis de vosotros mismos, al menos no añadáis una afrenta nueva a la que ya tenéis encima, que afrenta sería pedir justicia a nuestros verdugos cuando la dignidad nos
grita que debemos arrancarla por la fuerza de las manos de nuestros opresores.
Ricardo Flores Magón
En cuanto a que vendamos la gallina a la hacienda, bien se ve que no obtendremos un solo centavo, pues su precio, calculado muy bajo por el amo, será abonado a mi deuda. (Escupe con rabia y
grita.) Rosa, esto es ya insoportable y tanta injusticia tiene que terminar.
Ricardo Flores Magón
conciencia le grita que todos sus argumentos son deleznables ante el rigor de las ordenanzas y de las leyes del honor militar; y por eso, termina solicitando del monarca, i3o precisamente la absolución, sino que se eche tierra sobre «el acto de rebeldía.
(Aparte.) De esta hecha el Gobierno me hace coronel. (Se adelanta hacia Marcos y, poniéndole la punta de la espada en el pecho, le
grita :) ¡Ríndete pelado!
Ricardo Flores Magón
Hace dos horas que se llevaron al bruto de tu marido, atado codo con codo, a la ciudad… y ya lo sabes, por el camino le atacará la sed… y como a los empleados del Gobierno se nos parte el corazón al ver sufrir al prójimo… pues, le darán su agua. ¡Ja, ja, ja! MARTA (Se pone en pie horrorizada.) (
Grita.) ¡Es una infamia! ¡Eso no puede ser así!
Ricardo Flores Magón
Acaba de caer y a sablazos lo hacen levantarse. “¡Oh, Marta, Marta, sálvame!,”
grita en su dolor. No puede más; se tira al suelo… y una bala pone fin a sus torturas… MARTA (Con desesperación.) ¡Ah, soy del amo!
Ricardo Flores Magón
¿Será aquel orgulloso que con suma vanidad se esponjó? ¿O aquél que grita creyendo que canta como un cenzontli de hermoso? ¿O esos que aunque pasara un torrente devastador ni se mueven?
Él les ve llegar: El primer caballo le ofreces sus ancas para cabalgar, el segundo, dale sus espumas blancas, como las del mar, el otro, en la floja nariz que palpita le da un humo blanco con calor de hogar, el cuarto se encabrita y el quinto relincha, de azogue el ijar y el sexto murmura y el séptimo grita y el Orinoco es todo lo que llega al mar.