de mentirijillas). El coronel le preguntó después qué había de la guerra civil, y qué de una explosión de grisú en las minas de Langreo.
Aquel obrero infatigable, del que se hablaba en voz baja y temerosa, no era sino el Diablo, que vagaba día y noche en las profundidades de la mina, dando golpes misteriosos en las canteras abandonadas, precipitando los desprendimientos de la roca y abriendo paso a través de grietas invisibles a las traidores exhalaciones del
grisú.
Baldomero Lillo
Los mineros más antiguos recordaban vagamente que muchos años atrás, víctima de una de las frecuentes explosiones de
grisú, pereció en la mina un obrero quedando moribundo un hijo de dieciséis años que lo acompañaba.
Baldomero Lillo
-¡Diablo! -dijo-, hay aquí
grisú para hacer saltar la mina entera. Aquel muchacho cuya edad fluctuaba entre los dieciocho y diecinueve años era conocido con el singular apodo de Viento Negro.
Baldomero Lillo
-Algo así como un vientecito que sopla. No es viento, camarada, es el
grisú. Ayer tapamos con arcilla varias rendijas, pero éste se nos escapó.
Baldomero Lillo
Este trabajo suplementario era el más duro de la faena, pues la tosca era muy consistente, y como la presencia del
grisú no admitía el uso de explosivos había que ahondar el corte a golpes de piqueta, lo que demandaba fatiga y tiempo considerables.
Baldomero Lillo
-Es muy fácil decir eso cuando no se tiene mujer ni hijos -le contestó alguien prontamente. -Si siquiera pidiéramos usar pólvora. ¡Maldito
grisú! -murmuró quejumbrosamente el de la calva.
Baldomero Lillo
(Aplausos.) Escuchamos la orquesta de la universidad y al conjunto local «Grisú», trayéndonos la capacidad creadora de los trabajadores y diciéndonos en los versos lo duro que es el pique de la mina, lo oscuro que es el carbón, pero cómo lo enciende el hombre que tiene conciencia revolucionaria para señalar el camino de la rebeldía justa de los pueblos.
Por ella perecen, asfixiados o quemados por el grisú aplastados por los desprendimientos, ahogados por las inundaciones subterráneas, o lentamente destruidos por la enfermedad.
Su marido y dos hijos muertos unos tras otros por los hundimientos y las explosiones del
grisú, fueron el tributo que los suyos habían pagado a la insaciable avidez de la mina.
Baldomero Lillo
Un chorro de
grisú encendido que brotaba de una grieta del techo esparcía una claridad de incendio en derredor del fantástico personaje, delante del cual la hulla lanzaba reflejos extraños y sus caprichosas facetas resplandecían como azabache pulimentado ante la llama azulada del temible gas.
Baldomero Lillo
Su irritabilidad se traducía en la aplicación de castigos y de multas que caían indistintamente sobre grandes y pequeños, y su presencia anunciada por la blanca luz de su linterna era más temida en la mina que los hundimientos y las explosiones del
grisú.
Baldomero Lillo