La parroquia de San Julián de Loiba era, a pesar de su cercanía al mar, eminentemente agrícola y las pequeñas calas al pie de los acantilados proveían abundantes cantidades de alga roja (del orden de las gigartinales), que eran recolectadas entre los meses de junio y octubre con el propósito de ser utilizadas como abono para los campos de labranza.