Salió un tanto ronco, sin elegancia. Y las gallinas y polluelos se subieron al estercolero, y el gallo se acercó a pasos
gallardos.
Hans Christian Andersen
Celindo y Mosco atrás, los dos bastardos del muerto Calabrún de Tarazona, y el más que reputado entre gallardos emir Calamidor de Barcelona, dejan atrás a sus soldados tardos; y, pensando alcanzar gloria y corona, atacan a Zerbin por ambos lados, y hieren al corcel los dos costados.
Bien sé que habiendo sacado de pila á muchos ahijados li- terarios, gallardos unos y deformes otros, debe mi firma, cuan- do aparece en la línea final de un prólogo, inspirar no poca desconfianza al lector.
También la limeña Clarinda (que escribió en 1507), á quien Cervantes nos presenta no como madre de gallardos infan- tes sino de unos robustos tercetos En loor de la poesía antó- Jaseme que es otra mixtificación, y tan clara como la luz del medio día.
Cuando iba a la floresta, junto al corzo o jabalí herido y sangriento, hacía improvisar a sus profesores de retórica canciones alusivas; los criados llenaban las copas del vino de oro que hierve, y las mujeres batían palmas con movimientos rítmicos y
gallardos.
Rubén Darío
Entró Andrés en la una, que era la mayor del rancho, y luego acudieron a verle diez o doce gitanos, todos mozos y todos
gallardos y bien hechos, a quien ya la vieja había dado cuenta del nuevo compañero que les había de venir, sin tener necesidad de encomendarles el secreto; que, como ya se ha dicho, ellos le guardan con sagacidad y puntualidad nunca vista.
Miguel de Cervantes
En las puertas encontraron a dos valentísimos guerreros, hijos
gallardos de los belicosos lapitas: el esforzado Polipetes hijo de Pirítoo, y Leonteo, igual a Ares, funesto a los mortales.
Homero
¡Qué bonita! ¡Y qué mozos
gallardos, de lo principal, la formaban! ¡Qué lindas figuras ejecutan con sus arcos blancos y celestes y sus flores!
Isidoro de María
aría de Zayas y Sotomayor: La fuerza del amor (1637) En Nápoles, insigne y famosa ciudad de Italia por su riqueza, hermosura y agradable sitio, nobles ciudadanos y gallardos edificios, coronados de jardines y adornados de cristalinas fuentes, hermosas damas y gallardos caballeros, nació Laura, peregrino y nuevo milagro de naturaleza, tanto que entre las más gallardas y hermosas fue tenida por celestial extremo; pues habiendo escogido los curiosos ojos de la ciudad entre todas ellas once, y de estas once tres, fue Laura de las once una, y de las tres una.
Vistosas banderolas, adornaban sus altos masteleros, y las movibles olas reflejaban las armas españolas que izaban los gallardos marineros, y dos hombres de pie, sobre la popa, del moribundo sol a los reflejos, contemplaban callados a lo lejos aquel puerto famoso, del cual como de sueño vagaroso se habla tal vez en la lejana Europa.
Medró todo esto en amor y compaña maravillosamente, de manera que andando el tiempo salieron de casa del remendón dos gallardos jinetes, montados sobre dos soberbios corceles, seguidos de dos valientes sabuesos, con dos erguidas lanzas y dos brillantes escudos.
Era el momento en que, so color de tomar aire, se tomaba amor, que es oxígeno del alma, y no la higiene, sino la eterna sed sentimental, había determinado a tantas muchachas bonitas y a tantos donceles medianamente
gallardos a pisar el polvo o comprar las sillas del concurridísimo paseo...
Emilia Pardo Bazán