Es ángel poderoso quien les tiene vencidos; enrojece el ocaso de su espada el fulgor, pero están sus espíritus por el orgullo henchidos.
El mar sacudía sus hirvientes olas con furor creciente; el viento azotaba como con invisibles látigos el dorso de las olas que se encrespaban al poderoso castigo; en el cielo amontonábanse las nubes cerrando el paso a los rayos del sol, que ponía en ellas fantásticos cárdenos matices de un fulgor amarillento.
Y en tales noches, el momentáneo
fulgor de un fósforo no tiene otra utilidad que apretar enseguida la tiniebla mareante, hasta hacernos perder el equilibrio.
Horacio Quiroga
Cuántos ella soportó, doliente su corazón, temores, cuánto, a menudo, más que el fulgor palideció del oro, 100 cuando, deseando en contra contender al salvaje monstruo, o la muerte buscaba Teseo, o los premios de la alabanza.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA GRANDE TOLLAN Desde la partida de QUETZALCOATL, la espléndida y abundante en grandezas, la rica, hermosa y grande TOLLAN, fue abandonada por muchos que lo siguieron y su antiguo brillo, el viejo fulgor que la había hecho tan conocida, pareció ir derrumbándose día tras día.
Hállase edificada en la margen izquierda del río Santa Rosa, en una llanura cubierta de pastos y extensos sembríos de café, algodón, naranjos y surge por entre un fulgor purpurino de ciruelos y badeas.
Los ojos de mi amada habían perdido su esplendor, casi hasta apagarse. El sol se ocultó detrás de los montes, e iluminó con un último fulgor el jardín y los valles.
Alumbraba la terraza toda y arrastraba en pos de su globo de perla una cola de
fulgor, larga, magnífica, desarrollada como el extremo del manto de una Reina austral.
Emilia Pardo Bazán
VI Es él, ningún otro sabe prestar a sus ojos, ya el melancólico
fulgor de lucero de alba, ya el siniestro brillo de la pupila del tigre, comunicando a sus oscuras facciones el resplandor de una noche serena o el aspecto terrible de una tempestad en las aéreas cumbres de Davalagiri.
Gustavo Adolfo Bécquer
Elvira, al fin, alzó la cabeza, e hizo un gesto de negación, un solo gesto..., pero tan expresivo y trágico, que el madrugador Tenorio se desvió, viendo allí un dolor grande, algo terrible, sin duda, una historia seria, distinta de aquel dulce y ligero devaneo que iniciaba. Hasta le había parecido ver lucir en aquellos ojos un
fulgor de insensatez.
Emilia Pardo Bazán
Luego el maestro que los escuchaba, les decía con tierna mirada que despedía el fulgor del cariño y el cuidado: -Vengan acá, hijos míos.
Sin duda el sacristán había pasado la noche con sus convecinos bailando al fulgor de la hoguera; pues de otro modo, según pública fama, no hubiera sido capaz de tomar la delantera al sol para abandonar el lecho.