¡Y la noche de San Juan!, con sus mil fogatas de chala, que iluminan toda la campaña y parecen grandes ojos amigos cambiando guiñadas.
Los heraldos, caros a Zeus, vayan a la población y pregonen que los adolescentes y los ancianos de canosas sienes se reúnan en las torres que fueron construidas por las deidades y circundan la ciudad: que las tímidas mujeres enciendan grandes
fogatas en sus respectivas casas, y que la guardia sea continua, para que los enemigos no entren insidiosamente en la ciudad mientras los hombres estén fuera.
Homero
Circundaban el castillo, como cercan a un difunto las amarillas candelas,
fogatas de triste anuncio, pues eran del enemigo vencedor, y que sañudo el asalto preparaba codicioso y furibundo.
Ángel de Saavedra
SEGURO Vivo en mi como mi rostro como mis manos como mis pasos y al trayecto de mis sueños acreciento las
fogatas por vivir lo profundo de mis días, por ahondar en lo terso de mis noches, por sembrar en las arenas de mi ausencia, por clamar en el vacío de mis silencios...
Antonio Domínguez Hidalgo
RUDENZ.—(A STAUFFACHER y a WALTHER FURST.) Armaos, y aprestaos. Augardad la señal de las fogatas, que anunciarán nuestras victorias con más rapidez que la vela de un batel.
En el fondo, a la derecha, la fortaleza de Uri con los andamios, como en la tercera escena del primer acto; a la izquierda, la vista de algunas montañas, en cuya cima brillan las fogatas.
Yo he provocado toda mi alegría y mis liviandades y mis armonías. Soy culpable de abrasar
fogatas y congelar sus fríos; de ilusionar montañas con celajes prometidos y en mi mundo adormecidos.
Antonio Domínguez Hidalgo
Ciudad dispersa, desplumada, quetzal despedazado, multidiversa y sin embargo única, qué fatigante camino me has trazado para conocerte entre las balumbas de tus cañerías, entre las
fogatas de tu noche aislada, entre los desiertos de tus romerías.
Antonio Domínguez Hidalgo
XIV Anhélito solar, ansia de vuelo, me enredo en tu estratósfera tejida entre fugaces perlas –estrellas volanderas– viajeras desahogadas de su jaula y me asfixio en tu universo de vitales alas para matar mi muerte y revivir la vida en el placer de la volanza unida, triángulo dialéctico de cielos, espiral de
fogatas convencidas, que se propone conquistar esferas apenas si soñadas por espigas.
Antonio Domínguez Hidalgo
que tocas la angustia de unas cuerdas duras como la ventana que no se abre para darte el beso que reclama tu ternura hambrienta y sentado en tu tristeza aguardas mudo, casi implorando, una respuesta abierta. Muchacho sin
fogatas o muchacha...
Antonio Domínguez Hidalgo
La calle Alta, como todas las principales del barrio, presentaba un brillante golpe de vista merced a las fogatas que en ella ardían, iluminando con sus rojizos resplandores los nutridos grupos de vecinas y vecinos que en las puertas de sus respectivas viviendas reían y charlaban, contemplando cómo, pendientes de las cuerdas tendidas de balcón a balcón, columpiábase alguna que otra pareja de peleles grotescamente ataviados, cuyo auto de fe inmediato exigían a voz en grito los rapaces, que en bandarrias corrían y saltaban, no sin riesgo, por encima de las alegres candelas.
Sólo en la cúspide del cerro sagrado que dominaba el pueblo ardieron fogatas y se hicieron sacrificios que oficiaban los sacerdotes.