Y bien, en rigor legal no merece sino elogios la actitud diligente de la Junta de Representantes de San José en este asunto de las banderas, pues el 25 de octubre se habían incorporado nuestros diputados a la Asamblea General Constituyente y desde entonces correspondía el cambio de enseñas a estar a los términos de la invocada ley de 25 de agosto, que en su parte dispositiva dice: “Siendo una consecuencia necesaria del rango de independencia y libertad que ha recobrado de hecho y de derecho la Provincia Oriental, fijar el pabellón que debe señalar su ejército y flamear en los pueblos de su territorio, se declara por tal el que tiene admitido, compuesto de las tres fajas horizontales...
1°.- Créase el Escudo y Bandera Oficiales del Cantón Machala, con la forma i colores siguientes: El Escudo estará constituido por un blasón de secciones circunscrito por una orla color oro; que significa la riqueza del suelo cantonal; El cuerpo del Escudo será divido en cuatro secciones: dos fajas horizontales y dos cuarteles verticales; La faja superior de color azul, de un ancho del triple de la segunda, blanca, cortarán el emblema en dos partes iguales.
El Senado es responsable, si no se hallase formada para el 31 de Mayo, y ella debe hacerse por fajas que cada una comprenda la extension que hay de mar à cordillera...
No era la cazuela como la mía; parecíase más al sombrero de Macallister, porque era inagotable, y había en ella, entre mil zarandajas, mendrugos para el estómago, cintajos para las solapas, estrellitas para todo un cielo, fajas para la cintura y hasta bordados para las mangas.
En el techo había como escalones, donde ponían las figuras de sus santos, como ahora ponen mucho en los altares figuras de niños, y piernas y brazos de plata: adornaban las paredes con piedras labradas, y con
fajas como de cuentas o de hilos trenzados, imitando las grecas y fimbrias que les bordaban sus mujeres en las túnicas: en las salas de adentro labraban las cabezas de las vigas, figurando sus dioses, sus animales o sus héroes, y por fuera ponían en las esquinas unas canales de curva graciosa, como imitando plumas.
José Martí
La Bandera Nacional es igual en la vaina a dos tercios de su vuelo y se compone de los colores azul turquí, blanco y rojo combinados del modo siguiente: Se divide en dos fajas horizontales de igual ancho, la faja inferior es roja y la superior azul turquí en tercera parte inmediata a la vaina y blanca en los dos tercios restantes de su vuelo.
—Los colores del Pabellón Nacional de la República de Colombia, son: amarillo, azul y rojo, distribuidos en tres fajas horizontales y ocupando el amarillo la mitad del pabellón en la parte superior y los otros dos colores la otra mitad, divididos en fajas iguales, el azul en el centro y el rojo en la parte inferior.
Pero así que la noche descendió, muda y protectora, Querubina ató unas a otras sus
fajas de seda turca, fuertes y flexibles, y amarró el cabo al balaustre de su mágico y perfumado balcón.
Emilia Pardo Bazán
Aunque arriba el espacio negrea, y toda esta oscuridad desciende a aproximar las cosas a los ojos, pues las distantes son invisibles en el horizonte. Por el canal de callejones, rojean lentamente unas
fajas verdegrises.
Roberto Arlt
Es caricia de un niño que, inocente, Ríe y llora a la vez, juega en su lecho, Se muestra con las fajas impaciente Y descompone del materno pecho La gasa transparente.
Se veían brahmanes con turbantes chatos como la torta de una vaca; músicos con tamboriles revestidos de pieles de serpiente y trompetas en forma de cuerno de elefante; chicos descalzos, de vientre hidrópico y desnudo; sacerdotes budistas con la cabeza afeitada; parias cubiertos de polvo como lagartos y más desnudos que monos; jefes candianos, tripudos, con grandes
fajas recamadas en oro y sombreros descomunales como fuentones de plata.
Roberto Arlt
La muchedumbre contemplaba ansiosa desde las murallas la marcha lenta de la procesión, el resplandor de las bizantinas casullas con sus
fajas blancas orladas de negras cruces, el centellear de la mitra de terciopelo rojo con piedras preciosas y el brillo de los lustrosos cráneos de los sacerdotes.
Vicente Blasco Ibáñez