La mirada turbia de Carmelo se fijó en la
enhiesta cumbre, y un recuerdo pueril le trajo una asociación de ideas apropiada a su estado de ánimo.
Emilia Pardo Bazán
edla ya allí: cual punto diamantino brilló en la enhiesta cumbre del pardo monte, y su fulgor divino esparce en torno soñolienta lumbre.
De pie en la enhiesta popa, tiene ya a la vista a los Teucros y sus reales; entonces con la siniestra mano levanta en alto su rutilante escudo.
Posesos de un amor tan de sí mismos se olvidan del demás por qué se vive y aislados en su roca primitiva se creen los protozoarios siempre vivos en su ciega fantasía de orangutanes sedientos de poder a penas usufructuando huesos Si acaso comprendieran el esquema que diseña fugaz su mente insana -la muerta carcajada enhiesta- tal vez ajustarían las cuentas y entenderían… -simios erguidos- la suma de la resta.
A juzgar por algunas lápidas que asomaban erosionadas entre las yerbas, debió de servir de cementerio en otro tiempo. Vista de cerca, la enhiesta mole de la iglesia resultaba opresiva.
Si durante ese lapso mi empeño y el de mis colaboradores, acertaron reducir el ámbito de la insalubridad, de la ignorancia, de la pobreza, de la inseguridad y de la injusticia; si pudimos lograr campos de actividades más amplios y mejores para el quehacer del mexicano; si fuimos capaces, sin apartarnos de la doctrina de nuestra Revolución ni del cumplimiento de sus leyes, de perfeccionar nuestras instituciones jurídicas y políticas; si unimos más a los mexicanos en su amor y en sus deberes para con México; si logramos ensanchar el horizonte de la patria y mantener intacta su soberanía y enhiesta la dignidad nacional...
Mas prevaleciendo acaso, en el pecho del coloso, la parte aquella de infierno y la maldad de demonio, gritó: «Yo no quiero amigos, porque esclavos quiero solo. ¿Cómo aún está
enhiesta España?...
Ángel de Saavedra
¡Borrón tan negro, tan patente mengua de hoy más, oh Iberia, abata tu soberbia insensata, y tu enhiesta cerviz humille y doble; pues con tan grande y hórrido aparato de orgullosos bajeles y con pujante fuerza más que doble, nos cediste del triunfo los laureles, cuando tu brazo combatir podía y vida te quedaba todavía!
(APLAUSOS.) La nuestra, simplemente fue la primera; la nuestra, simplemente fue la que libró la primera batalla en el Moncada, la que desembarcó en el “Granma” el 2 de diciembre (APLAUSOS), y la que luchó sola durante más de un año contra toda la fuerza de la tiranía (APLAUSOS); la que cuando no tenía más que 12 hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía, la que enseñó al pueblo que se podía pelear y se podía vencer, la que destruyó todas las falsas hipótesis sobre revolución que habían en Cuba.
La torre muy blanca domina la aldea, las tiernas ovejas triscando se van, de cisnes intactos el lago se llena, columpia su copa la
enhiesta azucena, y su ánfora inmensa levanta el volcán.
Manuel Gutiérrez Nájera
Luego que tocó las profundas olas y hubo penetrado en el mar, lavó con sus aguas la sangre que chorreaba de su ojo reventado, rechinándole los dientes de dolor; y avanzando en seguida a la alta mar, aun no mojaban las olas su enhiesta cintura.
No conozco la ley de mi contrario; Conozco de mi brazo la pujanza: Dichoso es en la liz el temerario; No quieren paz mi dardo ni mi lanza.» Dijo, sacó una flecha y con su punta Tocó de su bridón la enhiesta vela Que, mostrando su fuerza toda junta, Más veloz avanzó que una gacela.