Nadie sabe cuándo vino a vivir a la villa de aquel país, donde dicen los aldeanos que sale en las noches a buscar a Nildo. –¿Pero los encorvados?...
La gente alegre gritaba en los merenderos; pasaban por entre la arboleda, rápidos como pájaros de colores, los
encorvados ciclistas con sus camisetas rayadas; por la parte del río sonaban cornetas, y sobre el follaje, enjambres de insectos ebrios de luz, moscardoneaban, brillando como chispas de oro.
Vicente Blasco Ibáñez
Insensibles al tórrido sol los broncíneos cuerpos sudorosos, apenas cubiertos por unos mugrientos pantalones remangados a los muslos, alternativamente afincan en el limo del cauce largas palancas cuyos cabos superiores sujetan contra los duros cojinetes de los robustos pectorales y encorvados por el esfuerzo le dan impulso a la embarcación, pasándosela bajo los pies de proa a popa, con pausados pasos laboriosos, como si marcharan por ella.
Si queremos saberlo, comparemos a la Europa y a nuestra afortunada América, con los sombríos imperios del Asia, en que el despotismo hace pesar su cetro de hierro sobre cuellos encorvados de ante mano por la ignorancia, o con las hordas africanas, en que el hombre, apenas superior a los brutos es, como ellos, un artículo de tráfico para sus propios hermanos.
El anciano carretillero, sentado en su vagoneta, contemplaba desde la cancha el desfile de los obreros cuyos torsos
encorvados parecían sentir aún el roce aplastador de la roca en las bajísimas galerías.
Baldomero Lillo
A pocos pasos dos marineros encorvados sobre la borda de estribor, halan un tiburón medio degollado, que se balancea fuera del agua al costado de la fragata.
Los sabios de la tierra qué pasan su vida encorvados sobre antiguos pergaminos, que se rodean de mil objetos misteriosos y conocen las extrañas propiedades de las piedras preciosas, los metales y las palabras cabalísticas, hacen por medio de esta ciencia transformaciones increíbles.
Sin embargo, y al través de tantos peligros, millones de hombres, encorvados sobre esa tierra bañada de sangre, los ojos encandilados por la codicia, mudos, desconfiados, sombríos, buscaban entre la arena húmeda que removía su barreta, la áurea centella que arrancaba un grito de gozo, reprimido por el temor.
El calor solar, que agrieta la tierra, derrite y liquida a los negruzcos segadores
encorvados sobre el mar de oro de la mies sazonada.
Emilia Pardo Bazán
Por una mañana preciosa, alegre, sonó el grito: «¡A uncir, muchachos!» y las largas coyundas de cuero fijaron con sus repetidas y simétricas vueltas, los yugos encorvados en la sumisa frente de los bueyes; y una vez todo listo, empezó el largo desfile de las moles, enormes ahora y pesadas, arrancada, una tras otra, por el esfuerzo poderoso de sus cuatro yuntas, estirándose, como para reventar, los largos tiros de cuero crudo, en un crujir inquietante de las ruedas en los ejes, suavizado por el melodioso tintirintín de las campanillas.
Ha muerto la verde pasionaria cuyos vástagos, con sus azules flores, la ventana de vuestro cuarto orlaban, y sin pámpanos entrelazan las parras sus sarmientos por los secos cañizos encorvados.
Caín y Abel los llamaba el pueblo, que los veía siempre juntos, por las carreteras adelante, los dos algo encorvados, los dos de chistera y levita, Caín siempre delante, Abel siempre detrás, nunca emparejados; y era que Abel iba como arrastrado, porque a él le gustaba pasear hacia Oriente, y Caín, por moler, le llevaba por Occidente, cuesta arriba, por el gusto de oírle toser, según Abel, que tenía su malicia.