No pudo, pues, nunca trasnochar. Y era su madre lo primero que veía al despertarse. Y en la mesa, de lo que él no comía, tampoco ella.
Aristodemos no recordaba lo que hablaron, porque como acababa de despertarse, no había oído el principio, pero someramente me dijo, Sócrates había forzado a sus dos interlocutores a que reconocieran que un mismo hombre debe ser a la vez poeta trágico y poeta cómico, y que cuando se sabe tratar la tragedia según las reglas del arte, se debe saber Igualmente tratar la comedia.
Fuerzas de mujer recia, pero quién sabe por qué, débil... Los niños parecen
despertarse, mas continúan profundamente dormidos, como todos...
Antonio Domínguez Hidalgo
Mas tiempo es ya que de Grifón os hable, que, no temiendo engaño de él ni de ella, se había dado al sueño con derroche, sin despertarse casi hasta la noche.
Por fortuna, empieza á despertarse el gusto por conocer nuestro pasado político y social, y obreros de bue- na voluntad, como los señores Ribeyro, con su Galería de los Avales universitarios Paz Soldán, con su Historia del Ferú in- dependiente, y Odriozola, con su curiosa compilación de Docu- vientos, se han entrado con sobra de fe y de inteligencia en el rico venero, poco ó nada explotado, de los tiempos que fueron.
Su deseo de no
despertarse a tiempo para permanecer junto a los objetos sexuales domésticos (la masturbación) corresponde a su resistencia.
Sigmund Freud
II El asesor colegiado Kovaliov se despertó bastante temprano y resopló –«brrr...»–, cosa que hacía siempre al despertarse, aunque ni él mismo habría podido explicar por qué razón.
Esto sucedió ya en el mes de abril, el día 7. Al despertarse y lanzar una mirada fortuita al espejo, descubrió el mayor que allí estaba la nariz.
Parecía despertarse al golpe seco de la pierna de palo, mientras cruzábamos el vasto corredor, sobre cuyos muros se desenvolvía en viejas estampas la historia amorosa de Doña Marina y Hernán Cortés.
Y aunque este cuerpo político se halla todavía en estado de burdo proyecto, sin embargo, ya empieza a despertarse un sentimiento en los miembros, interesados en la conservación del todo; lo que nos da esperanza de que, después de muchas revoluciones transformadoras, será a la postre una realidad ese fin supremo de la Naturaleza, un estado de ciudadanía mundial o cosmopolita, seno donde pueden desarrollarse todas las disposiciones primitivas de la especie humana.
Dio un grito horrible al despertarse, asfixiándose, me clavó los ojos, con las pupilas dilatadas, como una expresión de terror sobrehumano, y al adivinar mi intención asesina, mientras que seguía estrechándola con las manos, gritó con voz ronca, ¡loco!
El sol, recostado en un lecho de púrpura y de oro, como un rajá en su alfombra de colores, lanza a la tierra el ultimo rayo de sus entreabiertos ojos. La naturaleza comienza a
despertarse de su sueño del mediodía.
Gustavo Adolfo Bécquer