El alguacil del Juzgado, a cuyas órdenes iban un escribano y veinte soldados de infantería, contaba entre tanto al
despavorido Alcalde las causas y fundamentos de aquella prisión tan aparatosa.
Pedro Antonio de Alarcón
Algunos jinetes se precipitaron en su socorro, pero antes de que llegase aquel auxilio, Pillán, el escuálido Pillán, abandonando su refugio donde hacía un instante estaba despavorido y tembloroso, cayó sobre Plutón y lo aferró de una oreja.
Me di cuenta despavorido de que se trataba de un gigantesco dragón, como esos de las novelas de caballeros medievales que solía leer y que pensaba que eran sólo maravillosas fantasías.
Y, en esto, ordenó el cielo que, a pesar del ungüento, Carrizales despertase, y, como tenía de costumbre, tentó la cama por todas partes; y, no hallando en ella a su querida esposa, saltó de la cama
despavorido y atónito, con más ligereza y denuedo que sus muchos años prometían.
Miguel de Cervantes Saavedra
La triste mujer seguía en tierra, inmóvil, muda, rígida, y nuestro
despavorido joven veía blanquear aquel cuerpo sobre el pavimento de la iglesia como si fuera la losa de mármol de una sepultura, sobre la cual algún piadoso deudo hubiese colgado perdurable lámpara.
Pedro Antonio de Alarcón
El padre Febo que mirado había el encuentro feroz,
despavorido sus caballos agita, y se sepulta en las ondas del golfo cristalino.
Vicente López y Planes
El mundo se humilló despavorido, Y al rastro de su pie le ató altanero; El mundo entero sorprendió atrevido, Y un pueblo echó sobre él el mundo entero.
En ese instante se cerró herméticamente la losa. El guía, que esperaba a la puerta, aterrado salió despavorido de allí, pidiendo la protección de Brahma.
Mustio y cansado, sin saber su anhelo, suele cortar el impensado viaje y huir despavorido cuando al suelo caen las hojas secas del ramaje.
De ahí brinca a un arrecife, donde el bote abandonado a sí mismo ha ido a chocar y, ganado la parte más alta de la roca, mira despavorido a su derredor.
Pensé de inmediato en alejarme lo más pronto posible de ese paraje, porque si las magas de la oscuridad se daban cuenta que las había burlado, me perseguirían hasta matarme y corrí despavorido alejándome de sitio tan peligroso.
– Claro que sí, pero la Venus, ha doblado el dedo. Me miraba fijamente, despavorido, apoyándose en la falleba para no caerse. – Vaya historia –le dije–, eso es que encajó demasiado el anillo.