Mas la torpe doblez, la falsía, que mi pecho sensible rasgaron, en su ciego furor me robaron del placer la dichosa ilusión. ¡Ángel
consolador!
José María Heredia
La misma emoción que me embarga ante el espectáculo consolador para el patriotismo de esta imponente asamblea, no me va a permitir, como deseaba y como debía hacerlo, pronunciar un discurso.
Lo mismo has de hacer tú, mostrando el rostro disímil del ánimo; y si pudieres acabarlo contigo, debes desechar de todo punto el dolor, y si no pudieres, enciérralo al menos en lo interior, encarcelándolo, para que no se deje ver; procura que te imiten tus hermanos, porque ellos tendrán por justo todo lo que vieren haces, y formarán su ánimo de tu rostro, y habiéndoles de ser el consuelo y el consolador, no podrás impedirles su dolor si dieres largas riendas al tuyo.
Todo esto, que torpemente y en pasada confusión con tan profanos períodos pobremente he dicho yo, claro, luminoso, armónico, sabroso y consolador, sin pasar por los sentidos penetró en su corazón.
respondió la señora, y se entregó de nuevo a su aflicción. Bien habréis oído mentar, siguió el
consolador, la hermosa Juana de Nápoles, que fue presa y ahorcada.
Voltaire
Razón de más para no apuntar. ¡Cuánto más filosófico y más
consolador sería sustituir al souvenir otro repertorio de anotaciones llamado «olvido»!
Mariano José de Larra
Y este solo giro de una mirada, era suficiente para cortar el apetito, para nublar la hora que debiera ser feliz, de expansión íntima, en el recogimiento del hogar,
consolador de todos los males.
Emilia Pardo Bazán
Al cabo de tres meses se volvieron a ver, y se pasmaron de hallarse muy contentos. Levantaron entonces una hermosa estatua al Tiempo con este rótulo: Al
consolador ---- Traducción al español del Abate
Voltaire
A este propósito, no puedo menos de expresar a usted que es altamente consolador, en medio de las calamidades que origina la guerra, presenciar el grandioso despliegue de sentimientos magnánimos y luchas inmortales que hacen revivir en esta América las escenas y los hombres de la epopeya antigua.
Entre tanto, confiados en el patrocinio de la Inmaculada Virgen María, que hace poco hemos ordenado fuese invocada universalmente como Reina de la Paz, y en el de los tres nuevos santos(24) que hemos canonizado recientemente, suplicamos con humildad al Espíritu consolador que "conceda propicio a la Iglesia el don de la unidad y de la paz"(25) y renueve la faz de la tierra con una nueva efusión de su amor para la común salvación de todos.
No sabes lo que me alegro de saberlo. ¡Es tan consolador, es tan agradable saber que no sienten sus sufrimientos! A mí, a veces me había preocupado esa clase de gente; pero ahora ya no volveré a pensar en ellos.
Cuál sea la manera conveniente para invocarle, aprendámoslo de la Iglesia, que suplicante se vuelve al mismo Espíritu Santo y lo llama con los nombres más dulces de padre de los pobres, dador de los dones, luz de los corazones, consolador benéfico, huésped del alma, aura de refrigerio; y le suplica encarecidamente que limpie, sane y riegue nuestras mentes y nuestros corazones, y que conceda a todos los que en El confiamos el premio de la virtud, el feliz final de la vida presente, el perenne gozo en la futura.