Después de recorrer calles tortuosas flanqueadas por chozas y cercados llegamos ante la fachada, que no se caracterizaba por su grandeza.
"¡Dios mío!, habrías dicho, ¿qué se ha hecho de esas chozas y esos hogares rústicos, moradas antes de la moderación y de la virtud?
Un inmenso estrépito brotaba de los adentros de los volcanes y una lluvia de fuego y ceniza descendía por doquiera, incendiando bosques, chozas y animales.
Entonces XÓLOTL, entendiendo el riesgo en el que se encontraba, saltó a los techos de las chozas cercanas y emprendió otra vez la huída.
Pensó en aquellos que en otros tiempos habían sufrido hambre y sed, se acordó de Santa Isabel, la santa de su patria y su infancia, la noble princesa de Turingia que, durante su peregrinación terrena, entraba en las
chozas más míseras para llevar a los enfermos la esperanza y el consuelo.
Hans Christian Andersen
Diego) a prestarse mutuos auxilios, explicándoles cuánto es útil dulce lazo de la amistad con que unos a otros deberían vivir estrechamente unidos, pues antes cada cual moraba en su barraca con sus hijos, sin relacionarse sino muy escasamente con los demás vivientes: con las lecciones de caridad cristiana que les impartía, ensancho el círculo reducido de la sociedad de la familia; y haciéndoles comprender las ventajas de la sociedad civil, formó pueblos, levantó iglesias y chozas, todo de humilde paja: indicó a los indios como habían de vestirse para cubrir la honestidad:”.
El ánimo llega con la paciencia a despreciar el poder de los males; y si quisieres saber lo que él podía obrar en nosotros, considera las naciones donde ha puesto sus límites la paz romana: quiero decir los alemanes, y las demás gentes que andan vagantes en las riberas del Danubio, siempre los oprime un perpetuo invierno y un anublado cielo: y sustentándolos escasamente el estéril suelo, y defiéndense por las lluvias en chozas cubiertas de ramas y hojas; bailan sobre las lagunas endurecidas con el hielo, y para sustentarse cazan las fieras.
Las
chozas se agruparon formando aldeas: las aldeas se convirtieron en ciudades: las ciudades, por la común seguridad o por la conquista, formaron monstruosos amontonamientos políticos, que no eran naciones tal como hoy las concebimos, sino inmensas colmenas humanas, con una abeja-rey, en las que incubó y tomó forma nuestra organización actual.
Vicente Blasco Ibáñez
Vigésimo quinto.‑ El pueblo campesino indígena se levantó en armas y es que de por sí no tiene más que sus humildes chozas, pero cuando el Ejército federal bombardea poblaciones civiles destruye estas humildes casas y todas sus pocas pertenencias.
Cuando los hombres, inocentes y virtuosos, gustábales tener a los dioses por testigos de sus acciones, habitaban juntos las mismas chozas, mas muy en breve, convertidos en malvados, cansáronse de tan incómodos espectadores y los relegaron a templos magníficos de donde al fin los arrojaron para instalarse ellos mismos, o al menos, se dieron a la tarea de construir edificios que no se distinguían en nada de los templos consagrados a los dioses.
Estas chozas esparcidas sin orden en los valles, y sobre las preciosas colinas, ocupaban una inmensidad de terreno, pues que el cacique era señor de un crecido número de vasallos.
Y tan enorme se hizo aquel soplar que, remolinos, trombas y ciclones hicieron desquebrajarse los cientos de chozas donde habitaban, cual hormigas, los humanos perdidos.