Él o ella, neonatos, se hallan inmersos en un mundo de formas sin formas, informes; de seres, de objetos, de simples presencias aún vacías de semiosis que van llegando a sus depósitos cerebrales para abrir archivos en una memoria genéticamente heredada de la raza humana.
—Sí, compañero—me dice. Libre de veladas ridículas, de amores
cerebrales, y ceños fruncidos… ¿Se acuerda? Mi cara no debe expresar suprema alegría, porque el taimado galeno se echa a reir y agrega: —Le vamos a dar en cambio una compensación… Los Funes han vivido estos quince días con la cabeza en el aire, y no extrañe, pues, si han olvidado muchas cosas, sobre todo en lo que a Vd.
Horacio Quiroga
Los que desde la mañana hasta la noche conducen una yunta o manejan un martillo, no viven la vida intelectual del hombre, y a fuerza de restringir las funciones cerebrales, acaban por convertir sus actos en un simple automatismo de los centros inferiores .
Hemos recibido de nuestros padres, además de herencias cerebrales obscuras, todos los símbolos del viejo mundo, el profundo carácter distintivo de las ideas anteriores a la ciencia.
Miguel de Santiago, atacado desde el día de su crimen artístico de frecuentes alucinaciones
cerebrales, falleció en noviembre de 1673, y su sepulcro está al pie del altar de San Miguel en la capilla del Sagrario.
Ricardo Palma
-preguntó primero, señalando a un joven alto, de barba negra, de buena figura, pero insulso de expresión, lacio y repugnante, porque se hacía vivaracho y gracioso cuando la pereza meridional estaba pintada en todo él pidiendo a voces silencio, reposo, vida de vegetal, nada de excitaciones cerebrales.
Algún tiempo despues se ajusticiaban en Lisboa tres bandidos, entre los cuales uno atraía con particularidad la atención de la muchedumbre por llevar la señal de Caín en la frente; mientras en una de las casas más ricas y conocidas se celebraba una junta de facultativos por hallarse en inminente peligro, de resultas de unas calenturas cerebrales, el hijo de los dueños.
El hombre, salido de los tipos inferiores de la animal¡dad, hallábase débil y desarmado para la lucha individual contra los animales carnívoros; pero dotado de un cerebro capaz de notable desarrollo, de un órgano bucal apto para expresar por sonidos diversos las diferentes vibraciones
cerebrales, y de manos especialmente adaptadas para dar forma deseable a la materia, debía sentir bien pronto la necesidad y calcular las ventajas de la asociación; puede decirse que salió de la animalidad cuando se hizo sociable y cuando adquirió el uso de la palabra, consecuencia y factor potentísimo, a la vez, de la sociabilidad.
Errico Malatesta
como hay que sangrar también a las bestias («para evitar que tengan ataques
cerebrales», dicen los mencionados autores); se reconocen las tinajas y las cubas por medio de la catadera, a ver si el vino se halla en buen estado o necesita azufre; se limpian y preparan silos y graneros para encerrar la próxima cosecha de cereales; celebran sus bodas las abejas nuevas, para quienes aun sin este motivo, hubieran sido de miel todas las lunas de su vida; y, finalmente, se decide en consejo de familia si los becerros han de seguir la carrera de bueyes o la de toros.
Pedro Antonio de Alarcón
tiene dos partes; una llamada «Bruma» en donde irán las poesías de ensueño y de dolor y de nostalgias; y otra, titulada «Luz» que estará formada por las poesías cerebrales, fábulas mitológicas, etc.; una parte de plata y otra de oro.
Luego, conforme va haciéndose mayor el número de células
cerebrales despiertas, va disminuyendo, en proporción, el destino del sueño.» Todos los fisiólogos y filósofos modernos se muestran conformes con esta concepción del sueño como una vigilia incompleta y parcial, o cuando menos, influidos por ella.
Sigmund Freud
La aparente multiplicidad de las condiciones depende aquí únicamente de una alternativa, esto es, de que hayan tenido o no lugar un desplazamiento; alternativa que nos permite explicar los contrastes del fenómeno onírico con igual facilidad que a la teoría médica el progresivo despertar de las células
cerebrales.
Sigmund Freud