Los enterradores, ya abierta la profunda fosa, fumaban indiferentes, esperando el nuevo tributo; algunas cogujadas asustadizas levantaban el vuelo al paso del convoy con doliente piar; don Leovigildo hizo descubrir a la muerta, y el sol acarició por última vez, con un torrente de centellas de oro, el rostro de Rosalía, que parecía dormir un sueño apacible envuelta en un mantón de Manila de larguísimo flecaje, un a modo de espléndido chal de los que dieron fama eternal a los artífices del Oriente, a la vez que entre los bucles de su revuelta cabellera, centelleaban en sus orejas los aretes que la difunta tanto había codiciado.
Cansada, pues, de dar muerte o cansada de dar vida a las flores y a los brutos, que unas con la huella anima y otros con el plomo hiere, a la margen se reclina de un arroyo, cuyas ondas, fulminadas de su vista, cristalinas llamas vierten, centellas nevadas rizan.
Llega allí cuando en Europa todo giraba en torno a Napoleón Bonaparte, la Revolución Francesa, vibraba Europa, rayos y centellas salían de la Francia revolucionaria, las ideas del iluminismo bañaban la Europa y de la Europa a buena parte del mundo.
Un torrente de fuego desciende del Jabwi. Esas
centellas que brillan entre la nube de polvo que levantan son los hierros de nuestros enemigos.
Gustavo Adolfo Bécquer
Fuese que la luz de las velas se quebrara en ellos de modo especial, fuese que la densa sombra de la abundosa cabellera les prestase reflejos de agua profunda, el caso es que los ojos tan pronto despedían
centellas como semejaban a Diego velados por turbia cortina de llanto.
Emilia Pardo Bazán
Tu padre, después de fijar nuevamente las miradas en aquella nube de polvo que se aproxima, y de la cual brotan
centellas de fuego, exclama con voz terrible: XIII ...¿Que es esto?
Gustavo Adolfo Bécquer
ás ha de quinientos años, en una torcida calle, que, de Sevilla en el centro, da paso a otras principales; cerca de la medianoche, cuando la ciudad más grande es de un grande cementerio en silencio y paz imagen; de dos desnudas espadas que trababan un combate, turbó el repentino encuentro las tinieblas impalpables. El crujir de los aceros sonó por breves instantes, lanzando azules
centellas, meteoro de desastres.
Ángel de Saavedra
Uno declara que echaba rayos como el sol; oti'o que no hacía más que unos visos; otro que era mitad resplandeciente y mitad obscura; otro que tenía unas centellas separadas: y el más juicioso dijo que, en su concepto, la pie- dra de la cuestión no pasaba de ser un bonito rubí.
Estuvo atento y no sintió palabra alguna; la herrería era a la sorda, y, a la luz de las
centellas que las piedras heridas de las espadas levantaban, casi pudo ver que eran muchos los que a uno solo acometían, y confirmóse en esta verdad oyendo decir: -¡Ah traidores, que sois muchos, y yo solo!
Miguel de Cervantes Saavedra
Una cascada de palabrotas, de insultos, de furiosas interjecciones, respondió a la declaración categórica. -¡Rayos,
centellas, particiones en toda la Corte celestial!...
Emilia Pardo Bazán
Conozco de tus pasos las invisibles huellas del repentino trueno en el crujiente son, las chispas de tu carro conozco en las centellas, la aliento en el rugido del rápido Aquilón.
No, no, lísonjas no, que no os las creo; que yo supe que ayer a cierta dama centellas envió vuestro deseo; y hoy de la ardiente repentina llama, pues queréis ausentaros, libre os veo.