Yo también me sentía ofendido cuando otros censuraban a Fernando; este derecho de encontrarle defectos me lo reservaba; pero no veía en ello malicia, porque también, y con cierta voluptuosidad, examinaba yo mis propias máculas y deficiencias, creyéndome humilde.
¿Qué idioma encontraremos entonces que sea lo suficientemente adecuado para caracterizar la actitud de estos supuestos ministros de Cristo, que en su nombre censuraban y ridiculizaban las aspiraciones de un mundo cansado del mal social y que deseaba mejorar?" LA OBJECIÓN DE LA FALTA DE INCENTIVO.
Eran uno o dos viejos que compartían las pasiones y los chismorreos de sus criados; cinco o seis solteronas que se pasaban el día entero tamizando las palabras y envidiando las acciones de sus vecinos y de las personas colocadas en la sociedad por bajo o por cima de ellas; y luego, algunas mujeres de edad, exclusivamente ocupadas en destilar maledicencias, en llevar un registro exacto de todas las fortunas o en investigar los actos ajenos: pronosticaban los matrimonios y censuraban la conducta de amigos con igual acritud que la de sus enemigos.
¿Y de que medios se valen para llegar a esa solución? Precisamente, de los medios cuya adopción censuraban en los colorados. Les parecía odioso que los constituyentes colorados, antes de entrar a la obra reformista, unificaran ideas para que esa obra no fuera discontinua y contradictoria consigo misma y para evitar las posibilidades de un fracaso, causado por la falta de solidaridad política.
Roma, de la que nosotros hemos aprendido nuestro catecismo, no hace lo que nosotros; y ha sabido siempre atemperar las leyes á los tiempos y á las necesidades; y tambien supo distinguir los titiriteros desvergonzados, que se censuraban antiguamente con razon, de las piezas de teatro del Trisino y de muchos obispos y cardenales que han ayudado á resucitar la tragedia.
Principios de lectura para niñas de Domingo Miguel y Ruiz, de 1889 o el Catón de los niños, El instructor de Jiménez Aroca también publicado en el siglo XIX, intentaban como otros de su mismo estilo, con ciertas intenciones moralizantes, como el propio Periquillo vemos que tenía, presentar más organizada la enseñanza tradicional, aunque esto no les impedía, lanzar críticas a la nueva pedagogía que principiaba a vislumbrarse como consecuencia de los avances de la psicología y censuraban en sus pequeños prólogos a aquellos atrevidos profesores que no arrancaban la enseñanza de la lectura como ellos, sino con palabras u oraciones.
Algunos lo
censuraban, pues por el origen común humano de todos ellos, nunca dejaba de haber quienes fueran en su contra y lo cataloga-ran como un niño tonto que a pesar de sus es-fuerzos, jamás lograría ser una lumbrera autén-tica en lo que él se proponía saber.
Antonio Domínguez Hidalgo
Aun así el WPA fue constantemente acusado de ineficiencia al administrar recursos públicos, de contratar más trabajadores de los realmente necesarios (reclutando personas poco capacitadas de forma indiscriminada), o de operar con maliciosa lentitud para mantener la fuente de salarios abonados por el gobierno, mientras sátiras de la época censuraban la presunta baja productividad y pereza de los trabajadores sujetos al WPA, o el hecho que, supuestamente, cualquier individuo (capacitado o no)podría obtener un trabajo gracias al WPA.
Le gustaba investigar todo tipo de temas y se esfuerza en encontrar los métodos científicos y racionales para juzgar tanto casos misteriosos como libros religiosos. Nunca soportó la censura, desdeñando a los jesuitas, que eran los que más censuraban sus investigaciones y experimentos.
De forma similar, se esperaba de la música que se ajustara a los cánones de la tonalidad y se librara de la influencia del jazz; con ese propósito se censuraban discos y películas, y se reprimía a sus jóvenes seguidores (swingjugend).
Cuando llegó, encontró que los conservadores históricos habían firmado un pacto con el jefe liberal Adán Franco, en el que censuraban al gobierno de Sanclemente.
A ellas siguieron las críticas de los primeros escritores cristianos y canonistas a las llamadas venationes, como Prudencio, Casiodoro, San Agustín o San Juan Crisóstomo, que censuraban los espectáculos públicos con fieras (incluidos los toros bravos), por arriesgar frívolamente la vida humana, postura de orden moral que se prolongó más o menos en los mismos términos durante la Edad Media y que movió a varios papas a promulgar prohibiciones.