POETA -Debes seguir del sol la luminosa huella, sorprenderle, robarle una centella, metértela en los ojos, y escapar. CÓNDOR -Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas, cual si fueran volcánicas cavernas.
Y los desiertos serán herbazales del trabajo colectivo, del bien para todos... y las
cavernas de la ignorancia, la superchería y el terror, cuentos del saber liberado...
Antonio Domínguez Hidalgo
Porque esta Tierra que pisamos, estas piedras y todos estos lugares que habitamos, están enteramente corrompidos y roídos como lo que está en el mar está roído por la acritud de las sales. Tampoco crece en el mar nada perfecto ni de precio; no hay en él más que cavernas, arena y fango, y donde hay tierra, cieno.
Otros intentarán gozar de la pureza del aire montañero y el regocijo los dominará y se sentirán vaqueros o niños excursionistas o pioneros o gambusinos; nostalgia animal de las
cavernas trogloditas...
Antonio Domínguez Hidalgo
Cuando se hastiaba de la ciudad bullente, iba de caza atronando el bosque con sus tropeles; y hacía salir de sus nidos a las aves asustadas, y el vocerío repercutía en lo más escondido de las
cavernas.
Rubén Darío
Filigranas de la creación, caladas y alicatadas por el buril de los gnomos o geniecillos de las
cavernas subterráneas, se me figuraban todos estos minerales, y así los alababa con sumo calor, haciendo sonreírse a Federico Bruck.
Emilia Pardo Bazán
He aquí dos de sus estrofas que traducimos del quichua, sin alcanzar, por supuesto, a darlas el sentimiento que las presta la índole de aquella lengua, en la que el poeta haravicu desconoce la música del consonante o asonante, hallando la armonía en sólo el eufonismo de las palabras. ::«Ábreme infierno tus puertas ::para sepultar mi espíritu ::en tus
cavernas.
Ricardo Palma
Las
cavernas en tanto, los ribazos Que ha prevenido la zampoña ruda, El trueno de la voz fulminó luego: Referillo, Piéredes, os ruego.
Luis de Góngora
Miss Mills estaba más pensativa que de costumbre cuando Dora, que había ido a buscarla, la trajo, supongo que sería porque lo que acababa de suceder despertaba los ecos dormidos en las cavernas de la memoria.
Tuyas son las
cavernas profundas, De la tierra insondable tesoro, Y en su seno el diamante y el oro Reconcentran tu plácido ardor.
José María Heredia
Mi primer acto fue vencer el temor. Aquel miedo a lo desconocido que llevamos todos como un atavismo de las cavernas. Pero, además un miedo alimentado por prejuicios colectivos, que todos ayudamos a construir y a los que no son ajenos los medios de comunicación, que ponen el acento en los rasgos feos y violentos de los barrios marginales, de todas partes.
Abriré las bocas por do te goviernas, e con mis palabras tus fondas cavernas de luz subitánea te las feriré; obedesçedme, si non llamaré a Demogorgón, el qual invocado, treme la tierra, ca tiene tal fado que a las Estigias non mantiene fe».