Aquello que denominamos nuestro carácter reposa sobre las huellas mnémicas de nuestras impresiones, y precisamente aquellas impresiones que han actuado más intensamente sobre nosotros, o sea las de nuestra primera juventud, son las que no se hacen conscientes
casi nunca.
Sigmund Freud
¡Como casi nunca tengo yo la suerte de que entre tanto bueno por mis puertas, y hacía ya tantísimo tiempo que no venía usté por aquí!
En los cuales casi nunca se ha tomado en cuenta el proyecto milenario de la civilización que produjo el “México Profundo” nunca se ha podido consolidar, en parte por la corrupción de quienes tratan de implementar éstos proyectos; en parte por la corrupción de quienes se resisten tercamente a asumir como propios éstos proyectos.
Era todo lo más que rezaba por mesoneras y por bodegoneras y turroneras y rameras y ansí por semejantes mujercillas, que por hombre casi nunca le vi decir oración. Reíme entre mí, y aunque mochacho noté mucho la discreta consideración del ciego.
Matías Romero, el de México, es ministro residente en Washington de años atrás; cuando Grant cayó en miseria, él fue el que llevó a la casa el primer cheque: casó con norteamericana; escribe sin cesar, y no habla casi nunca...
La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban
casi nunca. Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia.
Horacio Quiroga
La corrupción que se inició desde la partida de Quetzalcóatl, de los valores humanos que se crearon y desarrollaron a lo largo de miles de años, así como la posterior negación y destrucción de esa cultura por la conquista; y el trasplante fallido (por la corrupción) de la cultura Occidental, en el período colonial, ha dado como resultado un sistema permanente y centenario de corrupción. De ésta forma; la Ley, las Instituciones y las Autoridades, casi nunca han basado sus cimientos en lo que el Dr.
Y todo porque la escuelas antecedentes promovieron memorizaciones inútiles, farragosos formalismos, listas inconexas de nombres y por tanto, falsos aprendizajes. Casi nunca se preocuparon por incrementar sus competencias comunicativas, básicos saberes para aprender, para aprender a reflexionar, para aprender a pensar y sobre todo, aprender a ser creativo en la resolución de problemas, tanto de comunicación como acaso de toda índole.
Lo único que acaso produce un magisterio así, en su enseñanza desde arriba, es un alumnado que los admira, aunque a veces es más lo que les teme; la mayoría prefiere tenerlos lejanos o sólo en el recuerdo fervoroso de haber sido sus grandes catedráticos, porque, ¿cuándo permitieron que sus educandos tomaran la palabra, aunque inexperta, y los sustituyeran en clase; se discutiera, se fomentaran investigaciones, experimentos y creaciones? Casi nunca.
Imposibilitada de modo absurdo para utilizar los lenguajes múltiples y variados de esa verdadera escuela multimedia y robótica que rodea a los jóvenes estudiantes (y a los adultos también), la maquinaria educadora se queda sin conducir al alumnado hacia el dominio de tales instrumentos informativos, comunicativos y transformadores. Casi nunca guía a los educandos para que la “asalten”, la tomen, se adueñen de ella y le sirvan en su personal construcción mental que contribuya, como lo advertí arriba, al perfeccionamiento natural, social y cultural.
Los actos intencionales de hablar, escuchar, escribir, investigar, leer, reflexionar comprender e interpretar, casi nunca arrancan de estrategias unitarias, metacognitivas y creadoras que el alumno o alumna vaya perfeccionando, sino de obligaciones programáticas lineales.
Vieron las palabras, sí; pero casi nunca se dieron la oportunidad de escribirlas, de analizar sus restricciones y de usarlas adecuadamente en la producción personal de sus textos.