A toda pícara, señora hermosa; a todo hábito largo, señor licenciado; a todo gallofero, señor soldado; a todo bien vestido, señor hidalgo; a todo
capigorrón o lo que fuere, canónigo o arcediano; a todo escribano, secretario.
Francisco de Quevedo
En veinticuatro horas se alborotó tanto el gallinero, que los varones, empezando por los formalotes oidores de la Real Audiencia y concluyendo por el último
capigorrón, tuvieron que tomar cartas en el asunto.
Ricardo Palma