El paisaje y la tierra se perdieron, sólo el cielo quedaba, y escuché el débil ruido de los astros y el respirar de las montañas.
Mientras bajaba hacia los bulevares, miraba sobre mi cabeza el río negro y lleno de estrellas recortado en el cielo por los tejados de la calle, que se curvaba y ondeaba como un auténtico torrente, un caudal rodante de astros.
Pero cuando es el amor intemperante el que prevalece en la constitución de las estaciones, destruye y arrasa casi todo, engendra la peste y toda clase de enfermedades que atacan a los animales y las plantas; las heladas, el granizo y el añublo provienen de este amor desordenado de los elementos. La ciencia del amor en el movimiento de los astros y las estaciones del año se denomina Astronomía.
Me detuve bajo el Arco del Triunfo para mirar la avenida, la larga y admirable avenida estrellada, que iba hacia París entre dos líneas de fuego, y los astros, los astros allá arriba, los astros desconocidos, arrojados al azar en la inmensidad donde dibujan esas extrañas figuras que tanto hacen soñar e imaginar.
Era un anciano maestro de escuela. Los alumnos decían que era muy sabio, que sabía Historia y Geografía y cuanto se conoce sobre los
astros.
Hans Christian Andersen
Y al contemplar los luminosos rastros del alba luna en el oscuro velo, tiemblan, de envidia y de dolor, los astros en la profunda soledad del cielo.
Decid también cómo nacieron al comienzo los dioses, la tierra, los ríos, el ilimitado mar de agitadas olas y, allí arriba, los relucientes astros y el ancho cielo.
Por las tardes, al llegar la noche, el volcán vomitaba su brasero de estrellas y quedaban prendidos en el cielo los astros para llover de nuevo cuando el alba viniera.
¡Qué pueblo de cínicos elegantes el que rompiendo la ley de todas las cosas, la ley suprema que une a las hormigas con los astros, renuncie a dar la vida, y en un alegre balneario se disponga a la muerte!
Ese Dios de cuya mano brotó la creación y en un instante la alumbró con su soplo soberano, ese sol encendiendo rutilante: ese Dios cuyo afán, cuyo cariño paternalmente cuida del imperfecto ser que nace niño sin medios de guardar su débil vida; que el camino señala a los torrentes lo mismo que a los límpidos arroyos, abriendo a sus vertientes sulcos escasos o profundos hoyos; que da a los mares y a los campos galas y exquisitos primores, criando en sus espaldas y en sus senos peces los unos, y los otros flores, perlas aquéllos, nácar y corales, y éstos rosas y pródigos frutales, ambos de vida y de hermosura llenos: ese Dios que en los cóncavos espacios de los aires sutiles los astros y las aves sembró a miles...
Este lenguaje estaba compuesto de símbolos tradicionales empleados hoy corrientemente en astronomía, y en alquimia, astrología, y otras artes equívocas en la antigüedad -símbolos del sol, de la luna, de los planetas, aspectos de los astros y signos del zodíaco-, y aparecían agrupados en frases y apartes como nuestros párrafos, lo que daba la impresión de que cada símbolo correspondía a una letra de nuestro alfabeto.
Respondedme, pues, filósofos ilustres, vosotros por quienes conocemos las leyes por las cuales los cuerpos se atraen en el espacio: ¿cuáles son, en las revoluciones de los planetas, las relaciones de las áreas recorridas en tiempos iguales; qué curvas tienen puntos conjugados, puntos de inflexión y de dirección contraria; cómo el hombre ve todo en Dios; cómo el alma y el cuerpo se corresponden sin comunicación cual se corresponden los relojes; cuáles astros pueden ser habitados; qué insectos se reproducen de manera extraordinaria?