En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos.
La figura del obispo Raya queda patente en el templo a través de la reiteración de su escudo prelaticio y de su representación en el relieve monumental de la fachada, en cuyo ángulo inferior derecho aparece de pie y expectante, sosteniendo un báculo en la mano derecha y un sombrero en la izquierda, mientras presencia el éxtasis de San Ignacio que, de rodillas, es arrobado por una visión de la Trinidad.
Ella se levanta, baja la escalera, y al llegar a la habitación del otro lado, descubre que hay música, que el flaco está bailando... solo, y que, recostado en la cama, arrobado con la demostración, está nada menos que Jorge Mistral.
32 Quedó el amante desdeñado y tierno, en éxtasis mortal todo arrobado, y como el campo en medio del hibierno, el de su cara seco y agostado, hasta que con un jay!, del alma interno, rescate de su espíritu alterado, volvió de aquel letargo, y al no verla en agua se deshizo perla a perla.
Su mente sumergida en este delicioso pensamiento olvidaba la vida; mirando al firmamento en éxtasis dulcísimo arrobado, de celestial contento se sentía su espíritu colmado.
7 Casi arrobado del nativo anhelo que el pecho inunda, con süave olvido Sileno yace aquí prestando al suelo lo que le debe al alma, no al sentido.
Entonces siente arrobado De fuego su pensamiento, De fuego el osado aliento, De fuego el habla mortal; Hay un volcán en su lengua, Y un volcán en su mirada, Y cruza el mar de la nada Con su mirada inmortal.
Perla rica en las babas de un molusco encerrado en su concha y escondido en el fondo de un mar lóbrego y brusco..." En sublime absorción hurgo la mente: medito con asombro en ese paso de todas las estrellas a un ocaso que allende una ilusión resulta Oriente... y me inclino
arrobado y reverente.
Salvador Díaz Mirón
Sucedió una vez, entre otras, que, estando en la iglesia oyendo la misa totalmente absorto en Dios, quedó tan arrobado por la fuerza de la contemplación, que en el momento de la elevación del cuerpo de Cristo no se dio cuenta de nada y no se arrodilló ni se quitó la capucha, como lo hacían los demás que estaban presentes, sino que permaneció insensible, mirando fijamente sin pestañear, desde la madrugada hasta la hora de nona.
CAPÍTULO XXXVI Una visión hermosa y admirable que tuvo el hermano León y cómo se la declaró San Francisco Una vez que San Francisco se hallaba gravemente enfermo y el hermano León le servía, éste estaba haciendo oración al lado de San Francisco, y quedó arrobado y fue conducido en espíritu a un río grandísimo, ancho e impetuoso.
El hermano Simón, movido fuertemente a compasión, alzó los ojos al cielo, y, poniéndose a orar muy devotamente por él, quedó arrobado y fue escuchado por Dios.
- “Por fin doy con el compañero que me conviene,” - exclamó el violinista, - “un hombre era lo que buscaba, y no alimañas salvajes.” Y púsose a tocar con tanto arte y dulzura, que el pobre leñador quedóse como
arrobado, y el corazón le saltaba de puro gozo.
Hermanos Grimm