El tiempo apremiaba y el traje llegó al set, sin embargo, Weller descubrió que era casi incapaz de moverse en él como lo había planeado, por lo fue necesario más tiempo para acostumbrarse.
Con un gol de chilena memorable en la final por el ascenso, cuando el partido estaba 1 a 1 y la situación apremiaba, el Lobo inicio la victoria que acabaría en el retorno de Flandria a Primera B Metropolitana.
«Dicha orden apremiaba al común de la tierra de Huete para que abonase al Real Tesoro el importe de la venta de los inmuebles, entre los cuales figuraban los lugares y pertenencias de Anguix, Villarejo de la Peñuela y San Pedro Palmiches, habiendo ingresado el concejo de Huete en la Tesorería Real de Toledo por manos de sus alcaldes la cantidad de 18 mil maravedises de plata».
El barco, mientras tanto, viajó a la deriva con el bloque de hielo en diferentes direcciones, y hasta meses después del final de la noche polar no quedó libre. El tiempo apremiaba, pues a principios de 1899 empezaban los siguientes meses a la sombra, y la muerte acechaba.
La inflexible preceptiva neoclásica apremiaba a encajar la obra en un modelo preexistente, pero los férreos moldes de los géneros dieciochescos imposibilitan ese propósito, lo que deterioró su consideración entre los idealizantes escritores del Neoclasicismo, como Moratín, que la llamó «novela dramática» para denotar la mezcla de géneros y la originalidad de la obra.
El tiempo apremiaba: una imprudencia, una indiscreción cualquiera, podía comprometer el éxito de la revolución y la vida de los militares que la servían.
Los cafés se abrían. Elvira apretó el paso sin saber lo que la
apremiaba. Un mozo guapín, acaso un estudiante, se cruzó con ella, la miró y la dirigió una sonrisa luminosa, juvenil.
Emilia Pardo Bazán
BLÉPIRO.-Ni yo mi calzado lacedemonio, por Dionysos; y como apremiaba la necesidad, me he puesto a toda prisa sus coturnos, no fuera a ensuciar la colcha, que está recién lavada.
El tiempo apremiaba; decidí resguardarme bajo el tejadillo de un portal desde donde me sería más cómodo parar algún coche de caballos.
Así yo corría, así a mí el fiero aquel me apremiaba como huir al azor, su pluma temblorosa, las palomas, 605 como suele el azor urgir a las trémulas palomas.
Me entregó doce monedas con bastante brusquedad, me abrió su puerta, sin pedirme como los otros que le trajera niñas (a buen seguro que se las proporcionaba en otra parte) y, señalándome el camino de la celda de su amigo, me dijo que fuera allá, porque como la hora de su oficio lo apremiaba no podía acompañarme, y se encerró en su celda sin darme tiempo a que le contestara.
En aquellas ocasiones míster Dick nunca viajaba sin su neceser completo de escritorio conteniendo buena provisión de papel y su Memoria, pues se le había metido en la cabeza que apremiaba el tiempo y que realmente había que terminarla cuanto antes.