Fue publicado como apostillas en el diario La Tribuna, perteneciente a los hermanos Varela, que eran amigos de Mansilla, y a quienes nombra en los primeros capítulos.
Hijo de un notario florentino exiliado, el vulgar toscano era únicamente su lengua materna; el latín, en cambio, era la lengua habitual con la que solía escribir, mantener correspondencia e, incluso, hacer las apostillas en su Cancionero.
Ese diario se ocupaba casi con exclusividad de mejorar la imagen de Mansilla en pos de su carrera política. Las apostillas empezaron a publicarse el 20 de mayo de 1870, pero el 7 de septiembre se interrumpieron.
En 1985 el autor publicó Apostillas a El nombre de la rosa, una especie de tratado de poética en el que comentaba cómo y por qué escribió la novela, aportando pistas que ilustran al lector sobre la génesis de la obra, aunque sin desvelar los misterios que se plantean en ella.
Eco dice al respecto en Apostillas: «Así escribí de inmediato la introducción, situando mi narración en un cuarto nivel de inclusión, en el seno de otras tres narraciones: yo digo que Vallet decía que Mabillon había dicho que Adso dijo...».
Por ello, el mismo autor explica que en Apostillas aportó pistas que pudieran ilustrar al lector sobre la génesis de la obra, un ensayo sobre el proceso de creación, pero que no desvela realmente ninguno de los misterios que se plantean en la novela.
El nombre del personaje es un homenaje reconocido a Jorge Luis Borges; Eco tenía en mente un ciego que custodiase la biblioteca, y comenta en Apostillas que «...biblioteca más ciego sólo puede dar Borges, también porque las deudas se pagan».
Según cuenta el autor en Apostillas, la novela tenía como título provisional La abadía del delito, título que descartó porque centraba la atención en la intriga policíaca.
Según una entrevista concedida en 2006, El nombre de la rosa era el último de la lista de títulos, pero «todos los que leían la lista decían que El nombre de la rosa era el mejor.» El título se le había ocurrido casi por casualidad, y la figura simbólica de la rosa resultaba tan densa y llena de significados que, como dice en Apostillas...
Según explicó Eco en Apostillas, este triple filtro vino motivado por la búsqueda de una voz medieval para el narrador, apercibiéndose de que finalmente «los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado».
Colaboró con Alejandro Miquis en el malogrado proyecto del «Teatro del Arte» (1908-1911), luego continuado con mayor éxito por Gregorio Martínez Sierra. Publicó sus críticas teatrales en el libro Apostillas a la escena (1929).
El silencio de la Cartuja, 1916. La posada y el camino, 1928. Apostillas a la escena, 1929. Anna María Gallina, Enrique de Mesa, noventaiochista menor, en Actas del IV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (1971), pp.