Entonces, el divino Aquileo, el de los pies ligeros, tuvo otra idea: separándose de la pira, se cortó la rubia cabellera que conservaba espléndida para ofrecerla al río Esperquio; y exclamó,
apenado, fijando los ojos en el vinoso ponto: —¡Oh Esperquio!
Homero
porque apenas si una breve primavera puede exuberarlos o un murmullo
apenado de silencios puede hacerlos clamorosos; porque apenas si un suspiro en cierzo puede marchitarlos o un vocablo desnudo en sus amores sofocarlo.
Antonio Domínguez Hidalgo
A través del emparrado se filtraban unos rayos de sol, las hojas de viña dibujaban sus sombras sobre la arena, el jazmín perfumaba el aire, el cielo estaba azul, zumbaban las cantáridas alrededor de los lirios en flor, y Carlos se ahogaba como un adolescente bajo los vagos efluvios amorosos que llenaban su corazón apenado.
Aquel día los fieles iban todos a llorar la muerte del Redentor y había de verse el rostro apenado, manso, dulce, triste, hermoso, radiante de ternura de aquel Cristo generoso a quien jamás se demandara favor que fuese defraudada la petición.
Si tu padre no hubiera podido pedirme las costas, tú, lo sé perfectamente, al menos de palabra te habrías mostrado muy apenado por la pérdida de mi entera biblioteca, pérdida irreparable para un hombre de letras, de mis pérdidas materiales la más penosa para mí.
El audaz Desplein no se atrevió a intentar aquel golpe de mano quirúrgico que la desesperación había inspirado a Martener. Así, cuando el médico regresó de su último viaje a París, los amigos le encontraron apenado e indeciso.
"Prometo, que cuando acuda a mi," añadió, con una expresión de encantadora travesura, pasando, a medida que proseguía, a ser de entusiasmo, "le pareceré tan apenada como desea, pero no suponga ni por un momento que en realidad estoy apenada por usted en absoluto, o que usted estará apenado por mucho tiempo.
-Tú te me quedaste mirando muy molesta y no sé por qué me destanteaste y ya no sabía si darte los libros o sólo contemplarte. Pero luego, sonreíste al verme
apenado y cuando te di disculpas, me reconfortaste al decirme: -Nada fue.
Antonio Domínguez Hidalgo
Pregunté quién era y qué sorpresa mano; la señora se hallaba sentada en el pasto, detrás de un arbusto, completamente encuerada "Eduardo" me dijo, "venga acá". Y me acerqué
apenado.
Antonio Domínguez Hidalgo
3.5. Entonces, mirándoles con ira,
apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende la mano. El la extendió y quedó restablecida su mano.
La Biblia (Nuevo Testamento)
Cuadra, pues, bien al clan de los modernistas lo que tan apenado escribió nuestro predecesor: «Para hacer despreciable y odiosa a la mística Esposa de Cristo, que es verdadera luz, los hijos de las tinieblas acostumbraron a atacarla en público con absurdas calumnias, y llamarla, cambiando la fuerza y razón de los nombres y de las cosas, amiga de la oscuridad, fautora de la ignorancia y enemiga de la luz y progreso de las ciencias.»(23) Por ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia.
El Requena palideció intensamente, miró hosco y apenado a María y después, dominando su amargura, sonrió forzadamente y le repuso sin moverse del asiento: -¿Y pa qué voy a dir yo a contarle eso al guardacalle?