Su cuello desnudo y la pechera de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus arterias y la respiración
anhelante de sus pulmones.
Esteban Echeverría
«No le rompáis», le gritaba el viejo trémulo; «dádmele»; y Genaro con voz ronca, sofocada y anhelante, «¿es eso?» gritó, el retrato de su querida mostrándole.
Una tarde vio Bernardo entrar en la droguería a un anciano que parecía un difunto; un difunto de muy mal humor, con un ceño que era mueca de condenado; encorvado, como si estuviese herido por una maldición del cielo, con la respiración
anhelante, irregular, los pómulos salientes, los ojos brillantes y angustiosos de modo siniestro.
Leopoldo Alas
A este temeroso sitio, mientras lento declinaba a ponerse un sol de otoño entre celajes de nácar, estando el viento adormido, la mar blanquecina en calma, y sin turbar el silencio de las voladoras auras, sino el grito de un milano que los espacios cruzaba, y los de dos gavïotas, cuyo tálamo era el agua, la divina Rosalía, la hermosa de la comarca, fugitiva y
anhelante llegó, sudosa y turbada.
Ángel de Saavedra
A tiempo que Jesús volvía a sentarse a la mesa, un hombre, con la respiración anhelante del que ha caminado aprisa, entró en el cenáculo.
Corre el vulgo
anhelante, rumor suena, y se corona en tanto de bizarros galanes sin segundos y atletas furibundos el ancho anfiteatro.
Nicolás Fernández de Moratín
Traía el traje lleno de polvo. La espuma hervía en la boca anhelante de sus caballos... Descendió ante mi puerta y me dijo con voz cascada: «¿Dónde está ella, di?» »Me dio vergüenza de decirle: «Ella soy yo, caminante fatigado, ella soy yo.» »Esta noche de abril la lámpara arde en mi alcoba, que la brisa del Sur colma suave.
Al verde Ida agitado acude, presuroso el pie, el coro: 30 furibunda a la vez, anhelante, errante avanza, de aliento carente, acompañada de su tímpano, Atis, por los opacos bosques conductora, igual que una novilla que evita el peso, indómita, del yugo; rápidas, a su conductora de apresurado pie siguen las galas.
A veces tenía la impresión, es cierto, de hallarme delante de una puerta entornada que ocultaba ignotos misterios, y yo permanecía allí, a la espera de algo, anhelante, y no trasponía el umbral, sino que cavilaba en lo que podría haber al otro lado...
Durante el día pareció aliviarse un poco; al atardecer volvió a subir la fiebre. Hasta entonces había guardado un silencio pertinaz, pero de pronto rompió a hablar con voz anhelante y entrecortada.
Por último, y vengamos al asunto, pesándome de vivir todos los días en una misma casa, la vista de un cuarto desalquilado hace en mi ánimo el mismo efecto que produce la picadura del pez en el corazón del
anhelante pescador que le tiende el cebo.
Mariano José de Larra
¡La vida! Y, agotado por el esfuerzo, recayó
anhelante, en un acceso de disnea, contra el respaldo del sillón. El niño volvía a reflexionar, metiendo la yema del índice entre las hojas de flor de los labios.
Emilia Pardo Bazán