Figúrate qué hermoso criado no hará ese gigante con un sombrero de tres picos, una casaca galoneada, con charreteras de oro, y una
alabarda de quince pies.
José Martí
Hita, soldado gallego, tosco y de toscos modales, con su sangrienta
alabarda y desharrapado traje, llega, y con poco respeto, ya resuelto a despojarle, de la insignia se apodera del más elevado arcángel.
Ángel de Saavedra
Una vez consiguió dejarlo caer, pero un guardia urbano le hizo señas desde lejos con su alabarda al tiempo que le advertía: «¡Eh!
Así su encanto adquiría un predominio de excelsa flor, manifestando en su propia delicadeza aquella trágica vocación de las almas nobles, que parece erigir en su
alabarda sangrienta la belleza casi cruel del lirio heráldico.
Leopoldo Lugones
Meñique le hizo una seña, y él echó a andar acurrucado, tocando el techo con la espalda y con la
alabarda a rastras, hasta que llegó adonde estaba Meñique, y se echó a sus pies, orgulloso de que vieran que tenía a hombre de tanto ingenio por amo.
José Martí
Se levantó y dijo: "Habéis cometido una acción degradante cuando yo he sido cortés. Es una desgracia." Y mató al portador de la alabarda de un solo tajo de su sable.
Como Eustaquio iba a formar parte de la ronda gremial, y como no quería, al igual que el honrado maese Goubard, desempeñar su oficio con traje burgués y con una alabarda prestada, se compró una espada de cazoleta, pero sin cazoleta, una celada y una loriga de cobre rojo que parecía de calderero, y después de pasarse tres días limpiándolas y bruñéndolas consiguió darles el lustre que no tenían; pero cuando se puso todo ello y se paseó orgulloso por la tienda preguntando si tenía gracia para llevar la armadura, el arcabucero se echó a reír a mandíbula batiente y aseguró que parecía llevar puesta la batería de cocina.
-No es cosa fácil-respondió Meñique,-pero trataré de regalarle el gigante, para que le sirva de criado, con su
alabarda de quince pies, y su sombrero de tres picos, y su casaca galoneada, con charreteras de oro.
José Martí
Sin embargo, un portador de alabarda que acompañaba el palanquín lo interpeló y dijo: "No te has inclinado lo suficiente" y lo golpeó con el puño de la alabarda.
La corte entera fue a ver la prueba a la sala del trono, donde encontraron al gigante sentado en el suelo con la
alabarda por delante y el sombrero en las rodillas, porque no cabía en la sala de lo alto que era.
José Martí
Fue también arma de los germanos y los francos, y en la Edad Media estuvo muy en boga en los ejércitos europeos, guardando mucho parecido con la herramienta del mismo nombre. Pero desde fines del siglo XIV tomó la forma doble de lanza y hacha, confundiéndose luego con la alabarda.
La base del cráneo también padecía de una cavidad enorme al haberse introducido un arma enastada, probablemente una alabarda, en los últimos momentos con vida del monarca.