La azotea, la blanquísima azotea, cegaba con el blancor de sus bien enjalbegados muros y con los espléndidos tonos de las flores, que en numerosas macetas adornaban el murete corno una greca florida, a los ardientes rayos del sol que parecía querer incendiar el zafir de los cielos y el cristal purísimo del espacio.
Vistosas banderolas, adornaban sus altos masteleros, y las movibles olas reflejaban las armas españolas que izaban los gallardos marineros, y dos hombres de pie, sobre la popa, del moribundo sol a los reflejos, contemplaban callados a lo lejos aquel puerto famoso, del cual como de sueño vagaroso se habla tal vez en la lejana Europa.
Los preciosos murales que adornaban las casas destinadas a la meditación creadora, los TEOCALLIS (calli: casa), las casas del Teotl, se iban cubriendo de polvo y se resquebrajaban.
Mas como su sabiduría la revestían, la disfrazaban, la adornaban con bellas palabras que al combinarse producían muchas figuraciones, alguna gente de otros mundos fue mal interpretándolas y les dio muchos sentidos, diferentes; entre ellos, el de guerra fratricida.
o esperaba, por cierto, Paco el Churumbela la acogida que iba a tener, y riente y satisfecho, como hombre a quien la dicha sonríe perpetuidad, penetró gallardamente en su cubril, arrojó también gallardamente el sombrero sobre la cama, que incitaba al reposo con su tersa superficie, su colcha limpísima y sus nítidas almohadas, y tras dejar escapar un suspiro de satisfacción al encontrarse en aquel su nido, que hablaba muy alto de las dotes de mujer pulcra y hacendosa que adornaban a Rosario, sentóse en la vieja mecedora donde solía dormir sus siestas en las tardes calurosas del estío.
Flores del tamaño de girasoles, rojas y azules,
adornaban las paredes; pero nadie podía cogerlas, pues sus tallos eran horribles serpientes venenosas, y las corolas, fuego puro que les salía de las fauces.
Hans Christian Andersen
-Buenos días -exclamó Dolores la larampera, colocando su cántaro sobre los bordes del pilón de piedra, donde aguardaban turno, en correcta formación, los de sus compañeras, que sentadas sobre el muro que sirve de parapeto al Arroyo de los Ángeles en sus poco frecuentes crecidas, charlaban alegremente luciendo al sol, a más de los atractivos con que las dotara el Supremo Hacedor de todas las cosas, sus vestidos de pobre urdimbre y de tintas tan vivísimas, que bien podían competir con los de las fragantes flores con que adornaban sus bien alisadas cabelleras.
El sombrero era alto y de ancha ala, y los más jóvenes se lo
adornaban a veces con una pluma; la camisa de lana desaparecía bajo un cuello vuelto, de hilo blanco; la chaqueta quedaba ceñida y abrochada de arriba abajo; la capa colgaba suelta sobre el cuerpo, mientras los pantalones bajaban rectos hasta los zapatos, de ancha punta, pues no usaban medias.
Hans Christian Andersen
Era inusitado aquel espectáculo que ante mis ojos aparecía: Miles de lucecitas de muchísimos colores alumbraban un gran salón; en sus paredes había millones de preciosas piedrecillas luminosas que las adornaban; en el fondo estaba una silla dorada en la que se veía sentada una abeja de vestido más brillante que los de las demás.
Con sus amigos negociaba en la calle. Las figuras de los paños que sus salas y cuadras
adornaban, todas eran hembras, flores y boscajes.
Miguel de Cervantes Saavedra
Halló la puerta, pero bien cerrada, y topó una ventana que pudo abrir, por donde entró el resplandor de la luna, tan claro, que pudo distinguir Leocadia las colores de unos damascos que el aposento
adornaban.
Miguel de Cervantes Saavedra
En un instante desgarraron las ricas colgaduras de damasco y recogieron en mantas, que llevaban preparadas al efecto, todos los objetos de valores y de lujo que adornaban las rinconeras y salones.