¿Qué otra cosa sienten estos sabios de los dioses, los cuales sostienen que todos son buenos, sino que cuidan de las cosas humanas por no parecer indignos del culto y veneración que les tributan y que por la distancia de los elementos ignoran, las cosas humanas, para que se entienda que los demonios son necesarios, Y así se crea que también ellos deben ser adorados, para que por ellos puedan saber los dioses lo que pasa en las cosas humanas, y cuando fuese menester acudir al socorro de los hombres?
El que no desea tener en la vida futura vida feliz, ni en la presente una verdaderamente piadosa y religiosa, con tales misterios busque la muerte eterna; pero el que no quiere tener comunicación con los malignos demonios, no tema la perniciosa superstición con que son adorados, sino reconozca la verdadera religión con que se descubren y vencen.
¡Yo, señor, fui el encargado de trasladar a Granada los
adorados restos de su hermosura, su cuerpo sin par, su idolatrado cuerpo!...
Pedro Antonio de Alarcón
Al Autor y Fundador de esta Ciudad Santa quieren anteponer sus dioses los ciudadanos de la Ciudad terrena, sin advertir que es Dios de los dioses, no de los dioses falsos, esto es, de los impíos y soberbios que estando desterrados y privados de su inmutable luz, común y extensiva a toda clase, de personas, y halIándose por este motivo reducidos a una indigente potestad pretenden en cierto modo sus particulares señoríos y dominio, y quieren que sus engañados e ilusos súbditos los reverencien con el mismo culto que se debe a Dios, sino que es Dios de los dioses piadosos y santos, que gustan más de sujetarse a sí mismos a un solo Dios que sujetar a muchos a sí propios; adorar y venerar a Dios más que ser adorados y reverenciados por dioses.
Que fue también doctrina de los platónicos que la verdadera bienaventuranza la de un solo Dios, ya sea a los ángeles, ya sea a los hombres; pero resta averiguar si los que ellos entienden que por esta misma bienaventuranza deben ser adorados, quieren que sacrifiquemos solamente a Dios o a ellos también Es cierto, entre todos los que poseen razón natural, que todos los hombres apetecen ser bienaventurados.
¿Qué diría Jesús, Él, que llamó al clero de su tiempo raza de víboras, qué diría, si viera el champaña de los obispos y los cheques del Papa; qué diría si viera las imágenes de palo cubiertas de joyas, qué diría si buscando en vano un destello de su prodigioso espíritu en las iglesias, que profanan su nombre, hallase en la de San Juan de Letrán, en Roma, adorados por la tribu fetichista, su cordón umbilical y...
¿Y para qué me dilato más, puesto que no hay alguno medianamente juicioso que dude no deben ser adorados estos espíritus por la esperanza de conseguir la vida bienaventurada que ha de suceder después de la actual y mortal?
Aunque estos argumentos son todavía adorados por una minoría en la comunidad de desarrollo open source, la experiencia desde que La Catedral y el Bazar fue publicado ha dejado claro que son innecesarios.
Apoyándome en su seno, mi pobre madre gozaba adornándome con mi traje de boda, a cada momento me besaba dulcemente, y en sus ensueños, llenos de ternura, veía ya sus adorados nietos.
¿Dónde, pues, estaban aquellos dioses que por la pequeña y engañosa felicidad de este mundo creen ellos que deben ser adorados, cuando los romanos, a quienes con falsa y diabólica astucia se vendían para que les rindiesen culto andaban afligidos con tantas calamidades?
CAPITULO PRIMERO Si habiéndonos constado que no hay divinidad en la teología civil, debemos creer que la debemos hallar en los dioses que llaman selectos o escogidos Que esta divinidad, o, por decirlo así, deidad (porque ya tampoco los nuestros se recelan de usar de esta palabra, por traducir, del idioma griego lo que ellos llaman Ceoteta), que esta divinidad o deidad, digo, no se halla en la teología denominada civil (de la cual disputó Marco Varrón en 16 libros), es decir, que la felicidad de la vida eterna no se alcanza con el culto de semejantes dioses, cuales instituyeron las ciudades, y del modo que ellas establecieron fuesen adorados...
Tenían que vencer a los animales que habían osado erigirse en dioses adorados por los humanos, cuando la única gratitud y veneración debía ser para la sola energía creadora, TEOTL, IPALNEMOHUANI, aquél por lo cual existimos, manifestada en toda la naturaleza que rodea a la humanidad y dentro de la cual, los hombres somos un elemento, el dotado como el TEOTL, de la creatividad incesante, para contribuir a la evolución y perfeccionamiento del cosmos.