La enfermedad de Al-Adid, el último califa fatimí, impidió a éste seguir controlando las mezquitas egipcias, en las que se empezó a orar por el califa abbasí.
Abdullah al-Mahdi Billah (909-934; fundador de la dinastía fatimí) Muhammad al-Qa'im Bi-Amrillah (934-946) Isma'il al-Mansur Bi-Nasrillah (946-952) Ma'ad al-Muizz Li-Dinillah (952-975; Egipto es conquistado durante su reinado) Abu Mansur Nizar al-Aziz Billah (975-996) Huséin al-Hakim Bi-Amrillah (996-1021) Ali az-Zahir (1021-1035) Ma'ad al-Mustansir Billah (1035-1094) al-Musta'li (1094-1101) al-Amir Bi-Ahkamillah(1101-1130) al-Hafiz (1130-1149) az-Zafir (1149-1154) al-Faiz (1154-1160) al-Adid (1160-1171) Aglabí Asedio de Ascalón (1099) y (1153) Sitio de Jerusalén (1099) Batalla de Ramla Kutama Mahdia Califato fatimí
A mediados de los años 1100, el adolescente Al-Adid era el califa de Egipto, pero su estancia en el trono era esencialmente ceremonial, pues quien de verdad ostentaba el poder en Egipto era el visir Shawar.
Amalric y sus tropas acamparon justo al sur de la ciudad, y luego enviaron un mensaje al joven califa egipcio Al-Adid, que entonces tenía 18 años, que rezaba que o rendía la ciudad o ésta sufriría el mismo destino que Bilbeis.
La noticia de su llegada forzó una tregua con Amalarico en enero de 1169, donde de nuevo los egipcios pagaban por su retirada a Jerusalén. Con el beneplácito de al-Adid, Shirkuh y Saladino entraron en El Cairo sin oposiciones.
Nur al-Din había escogido un sustituto, pero al-Adid y los emires locales lograron imponer a Saladino como visir Las razones para que un califa chií como al-Adid apoyara a un sunní son inciertas.
Saladino se vio entonces en la tesitura de arriesgarse a más revueltas, por lo que esperó a la muerte de al-Adid, que parecía inminente (de hecho, se sospecha que pudo ser envenenado) para terminar oficialmente con el califato.
Tras la muerte de Al-Adid era en teoría un vasallo de Nur al-Din pero en la práctica era el gobernador de facto de Egipto: reconocía la autoridad del sultán de Siria, pero gozaba de total independencia en su gobierno de Egipto, debido a la lejanía entre Damasco y El Cairo, separadas por estados gobernados por los cruzados europeos.
Amalarico la sitió de todas formas. Con el enemigo a las puertas, al-Adid pidió ayuda al sultán de Siria, que de nuevo envió a Shirkuh.
En 1163, el visir del califa fatimí al-Adid de Egipto, Shawar, había sido expulsado del país por su rival Dirgham, de la poderosa tribu Banu Ruzzaik.
Tras la muerte de Al-Adid, Egipto era en teoría vasallo de Nur al-Din pero en la práctica Saladino era el gobernador de facto: reconocía la autoridad del sultán de Siria, pero gozaba de total independencia en su gobierno de Egipto, debido a la lejanía entre Damasco y El Cairo, separadas por estados gobernados por los cruzados europeos.
Habiendo ganado más poder que nunca en su carrera, se enfrentó al dilema de la división de lealtades entre sus dos señores, al-Adid y Nur al-Din.