El príncipe estaba ya en la puerta, pero nadie lo sabía. Las personas no ven nunca más allá del
umbral. -Hace poco nuestro pequeño partió su merienda con ella -dijo la mujer del portero-.
Hans Christian Andersen
Sara, llena de una santa indignación, rebosando en generosa ira y animada de esa fe inquebrantable en el verdadero Dios que su amante le había revelado, no pudo contenerse a la vista de aquel espectáculo y, rompiendo por entre la maleza que la ocultaba, presentóse de imprevisto en el
umbral del templo.
Gustavo Adolfo Bécquer
Las primeras claridades del día iluminaban vagamente el paisaje; la venta del Caracolo presentaba pintoresco golpe de vista; el señor Juan el Pistola, de pie en el umbral...
32 Te amaré, mi dulce Ipsitila, mis delicias, mis encantos: manda que a ti venga yo a la siesta, y, si lo mandaras, aquello ayuda: que ninguno atranque del umbral la tablilla o que a ti no te agrade fuera salir, sino en casa te quedes y prepares para nos nueve continuas copulaciones.
He visto en el umbral de Calixto a su antiguo señor, aquel que le habla hecho poner el rótulo de vendible, que le había precipitado entre los esclavos de desecho; y ahora veía yo al antiguo señor excluido mientras otros esclavos eran admitidos.
Y señaló hacia el fondo de la calle una casa pequeña con carcomido balcón de madera sustentado por columnas. Un galgo viejo que dormitaba en el umbral gruñó al vernos llegar y permaneció echado.
Nota: la frontera necesaria para asegurar que este artículo 4 se llevará a cabo será trazada de la siguiente manera: Desde el Piz Umbral en el norte del Stelvio, seguirá las cumbres de los Alpes Regios hasta las fuentes del Adigio y del Eisach; a continuación, seguirá los montes de Brennero y los picos de Reschen Oetz y Ziller.
En una tarde de marzo, y, como dicho se está, del año mil setecientos, del ventorrillo al umbral, dos mancebos platicaban de continente galán.
Todavía pasó algún tiempo hasta que el médico asomó en la puerta, tarareando un zorcico: Era un viejo jovial, de mejillas bermejas y ojos habladores, de una malicia ingenua: Deteniéndose en el umbral, exclamó: —¿Qué hago?
Hasta que al fin, lanzando hondo suspiro del doliente pecho, volvió a decir, pisando de la capilla en el umbral estrecho: «Quédate a Dios, jirón desconocido, y si cerca de ti viene algún día el desolado espíritu perdido que en tu centro vivía, dile que busque al de mi amante hermosa en la región oscura y misteriosa donde van los espíritus que tiran la cáscara mortal que les encierra en su penoso viaje por la tierra.
66 Quien todas las luces distinguió del gran cosmos, quien de las estrellas los ortos reveló y sus óbitos, cómo el flámeo brillo del arrebatador sol se oscurece, cómo se retiran en tiempos las estrellas ciertos, cómo a Trivia, furtivamente por las latmias rocas relegándola, 5 un dulce amor de su órbita la revoca aérea: el mismo a mí, aquel Conón, en el celeste umbral me vio: de la cabeza de Berenice la melena, fulgiendo con claror, a mí, a quien ella, a todos los dioses, sus flexibles brazos tendiendo, prometió, 10 en el tiempo en que el rey, por su nuevo himeneo acrecido, a devastar las fronteras asirias había ido, dulces portando las huellas de la nocturna riña, la que por unos virgíneos despojos había sostenido.
—No: Las celdas son clausura. Ya había traspuesto el umbral, cuando volviendo resuelta sobre sus pasos entró de nuevo en la estancia y cerró la puerta.