También pasaban rechinantes carros arrastrados por pequeños cebúes despojados de su
rabo por una infección que permite salvar al buey sacrificando su cola.
Roberto Arlt
Ese señor Jefe de Estado Mayor debió escribir cgmo Cristo nos enseña: pan, pan, y vino, vino, y no fatigarme en que le adivine el pensamiento. —¡Pero, hombre de Dios, ni que fuera usted de los que no compran cebolla por no cargar rabo!
Algunas palabras tal vez me han salido revueltas. - Está mal de cabo a rabo- sentenció la Oruga en tono implacable, y siguió un silencio de varios minutos.
¡Viva la josticia! ¡a la novilla de la mi vecina, que no puede con el rabo, le han puesto el segundo campano! -¡Callarvos, lenguatones!
Allí delante se encuentran las resonantes mansiones del dios subterráneo, del poderoso Hades y la temible Perséfone; guarda su entrada un terrible perro, despiadado y que se vale de tretas malvadas: a los que entran les saluda alegremente con el rabo y ambas orejas al mismo tiempo, pero ya no les deja salir de nuevo, sino que, al acecho, se come al que coge a punto de franquear las puertas.
Y una caperuza con muchas almenas; pondré por penacho las dos plumas negras del
rabo del gallo que acullá en la huerta anaranjeamos las Carnestolendas.
Luis de Góngora
Y caminos sobre su lomo, porque Madroño era un burro muy flaco, muy huesudo, con el vientre pegado al espinazo, el espinazo pegado a la piel, las orejas largas, el rabo corto, el cuerpo repujado de mataduras y las patas llenas de esparavanes.
Es público y notorio que en más de cien sangrías que lleva hechas en el pueblo a los animales de sus vecinos, a la oreja, al pelo y al rabo, que es la más difícil, no se le ha desgraciado una sola res.
Aquí, con el auto en que no sólo se quedaba el licenciado muy fresco con las calillas dentro del cuerpo, sino que hasta las pagaba con el dinero que, por costas judiciales, se le condenaba á satisfacer, creerá cualquiera fenecido el juicio. Pues no, señor: todavía hay
rabo por desollar.
Ricardo Palma
Estoqueaban á la criolla; es decir, como el diablo que- ría ayudarlos. Para ellos, cerviguillo ó rabo, todo era toro. Sobre todos ellos dice cosas muy graciosas el poeta don Manuel Segura, en su comedia El sargento Canuto.
Y aun si pudiera ser tener pantalón colán y sombrero clac; si pudiera ser, además, que pasase la mañana haciendo visitas, y dejando cartoncitos de puerta en puerta, la tarde haciendo ganas de comer y atropellando amigos en un caballo cuellilargo y sin
rabo, condición sine qua non; -fol.
Mariano José de Larra
Y si nos dilatamos en esta materia será proceder infinito, sólo digo que en cuanto he hablado y ponderado del culo aunque me queda el rabo por desollar, que sus gracias son muchas y muy dignas de ponderación, como no son menores sus desgracias siguientes: DESGRACIAS DEL OJO DEL CULO PRIMERA DESGRACIA Enseña un ayo mugriento la lición a un descuidado niño.