El mercader de estopas y de cobre lo miró un instante como para evaluarlo, y sacó del bolsillo, con mano torpe y perezosa, media peseta que dio al raquero.
dos y dos son cuatro... cuatro de a decinueve, primeramente. -Bueno: pon una peseta con ellos. -Ya está. -Pus tendrás ahora cuatro duros.
¿Quién es el guapo que remonta la peseta? Las tabernas estaban casi solitarias, y sus dueñas o dueños colocaban en orden sobre los limpísimos mostradores la reluciente cristalería; regaban el suelo y colocaban a la vista del transeúnte algunas macetas que daban a los establecimientos sumidos en húmedas penumbras aspecto de oasis y de refrigerantes refugios en las horas en que el sol parece querer hacerlo todo yesca bajo sus implacables rayos.
Pidió la tal un mate de chicha de ;cwa y un plato de papas con ají, y cuando llegó el trance de pagar la peseta que importaba lo con- sumido, la muy bellaca puso sobre el mostrador á la cria- tura, y le dijo á la patrona: —Yo soy del barrio, y voy á mi cuarto á traerle los dos reales.
Cobraba los intereses a toca-teja, sin embargo, merced a su fuerza de voluntad, a su constancia en el pedir y a la pequeñez de las cantidades que tenían que entregarle sus deudores. Por cobrar una peseta de intereses daba tres vueltas al mundo, y abrumaba al deudor con su presencia, y se dejaba insultar.
Escribíale, pues, en vista de esto, el aprovechado clérigo catalán: «Muy señor mío: Con respecto a la cuenta que de la citada
peseta tenemos pendiente, he discurrido que por el presente aviso puede echarla en el cepillo de ánimas de la iglesia de ese pueblo, pues yo ya la he sacado del de ésta a buena cuenta; y en paz.
Mariano José de Larra
Ni la rubia ni yo tenemos otras rentas que la peseta que ganamos a coser en las casas adonde nos llaman, y la jícara de chocolate, por la mañana y por la tarde, que nos dan además, como usté sabe.
Pues mire usté, para que se vea lo que son las cosas, todavía, después de vestirse con la peseta que gana la infeliz, te queda para que fume su padre...
Cuando los granujas trasegaron a sus estómagos, en dos sorbos, las pócimas infames que les sirvió el tabernero, pagó Pipa el gasto con la media peseta, más un cuarto que sacó de un pliegue de su mugriento gorro, y salieron todos a la calle.
sí, el zapatero Landínez, contestó Juan Rovira como si se dirigiera a él, antier me lo encontré más borracho que nunca y me detuvo con su eterno sonsonete: «Dadme una peseta, caballero.
Todo discípulo, bien fuese un mocosuelo de seis años o un grandullón de quince, pagaba una
peseta mensual o su equivalente en especies.
Tomás Carrasquilla
En ese río revuelto pesca hasta el pescador más torpe. Hay caballeros que por un recado dan media
peseta. ¡Quién sabe lo que va a caer!
Emilia Pardo Bazán