Con gusto vi el placer que bajo el arrebol »encendía vuestra alma ya propicia al olvido »y, al fin, prestaba luz al dolor distraído »como un glaciar herido por un rayo de sol.» En mí clavó su fúnebre mirada que me asombra como la palidez de sus rasgos fatales y dijo: «¿Soy como esos países boreales »que han seis meses de luz y seis meses de sombra?
Las lanchas habían llegado medio anegadas; sus tripulantes, con la palidez de la muerte en el semblante, mudos y consternados con las ropas ceñidas al cuerpo, empapadas en agua; muchos de ellos, con el hercúleo torso desnudo.
Tenían la tez de la riqueza, esa tez blanca realzada por la palidez de las porcelanas, los reflejos del raso, el barniz de los bellos muebles, y que se mantiene lozano gracias a un régimen discreto de alimentos exquisitos.
Emma, que le daba el brazo, se apoyaba un poco sobre su hombro, y miraba el disco del sol que irradiaba a lo lejos, en la bruma, su palidez deslumbrante; pero volvió la cabeza: Carlos estaba allí.
Sagreda dejó sus cartas sobre la mesa. Estaba intensamente pálido, con una
palidez verdosa. Sus ojos, desmesuradamente abiertos, miraron al vizconde.
Vicente Blasco Ibáñez
Tú elevas de entre las flores perfumadas auras suaves, tú das trinos a las aves que despiertan con tu albor: tú traes, de las sueltas ráfagas en las alas invisibles, los ruidos incomprensibles del eco murmurador. Tú traes en tu luz templada que los álamos platea, la palidez que hermosea la beldad de la mujer.
Y así en el TEPEYÁCAC o en el CITLALTÉPETL; en el TECPAYOCAN o en el CHAPULTÉPEC, siempre se veía a los agradecidos anahuacas, los primeros pobladores de ANAHUAC, descendientes de aquellos sabios toltecas, homenaje a sus benefactores. En una de esas ceremonias rituales, el casto POPOCATÉPETL conoció a la doncella IZTACCÍHUATL de blanca palidez, como las nieves.
Durante medio minuto su boca, sus manos, estuvieron bajo mi boca y mis,ojos, y durante ese-tiempo ella concentró en su
palidez la sensación de esa dicjla muerta hacía diez años.
Horacio Quiroga
Y el pelo, chorreante, caía por las espaldas, y los rostros perdían el ligero artificio del blanquete y del rosa de tocador y aparecían lívidos, espectrales, con el brillo de hule de la mojadura y la
palidez de la cruel, aguda sensación de frío...
Emilia Pardo Bazán
¡Oh, las primeras noches de delicia sensual en el amplio lecho profundo, dorado y ornamentado como un altar; la palidez ambarina, las líneas perfectas, el olor a magnolia, el vello de oro sedoso de aquel cuerpo de veinte años, extendido en voluptuosas posturas sobre las sábanas de raso negro!
Quedan ya tan sólo algunos rasgos que no me es posible adjudicar a Irma ni a su amiga: la
palidez, el abotagamiento y la dentadura postiza.
Sigmund Freud
Mi soledad y tu recuerdo, ¡oh, qué dulzura!, ¡sentir lejanamente, sentir muy vagamente una caricia lánguida deshecha de ternura que del alma a los ojos sube constantemente! La palidez lluviosa de la mañana gris...