Para distraer el temor, dirigióse a la cocina, a cuidar del puchero. Recebó el fuego del hogar con leña menuda, y destapó y espumó la
olla, lentamente.
Emilia Pardo Bazán
Y efectivamente del interior de la casa salia un ruido espantoso: aullidos, estornudos y de vez en cuando un estrepitoso golpe, como si un plato o una olla se hubiera roto en mil pedazos.
Mientras estaba pensando qué tema elegir, la cocinera apartó la olla de sopa del fuego, y comenzó a lanzar todo lo que caía en sus manos contra la Duquesa y el bebé: primero los hierros del hogar, después una lluvia de cacharros, platos y fuentes.
-Exactamente lo que yo pensaba -asintió el balde, dando un saltito de contento que hizo resonar el suelo. La
olla siguió contando, y el fin resultó tan agradable como había sido el principio.
Hans Christian Andersen
Y a lo lejos se alcanzaban los reflejos que radiaban las hogueras, que en las anchas rastrojeras y en las lanchas y riberas alimentan sin cesar los cansados labradores, los mojados pescadores que, olvidados sus pesares y sudores, sus azares arrostrados, sus amores desdichados, se reúnen a contar; mientra en olla nada escasa hierve su cena a la brasa del improvisado hogar.
Si los chicos de la familia la hostigábamos para que nos aumentase la ración, la buena señora (que esté en gloria) nos contestaba:— i Ah, tragaldabas! ¿Creen ustedes que la
olla de casa es la oUa del padre Panchito?
Ricardo Palma
Y que no eran badomías o badajadas ni cuodlibetos de vieja las frases de mi perilustre antepasada, sino frases meritorias de ser loadas en un soneto caudato, es lo que voy a comprobar con las dos consejas siguientes: I La
olla del Padre Panchito El padre Panchito era, por los tiempos del devoto virrey conde de Lemos, un negro retinto, con tal fama de virtud y santitad que su excelencia lo había, sin escrúpulo, aceptado por padrino de pila de uno de sus hijos, en representación de un acaudalado minero de Potosí.
Ricardo Palma
En el oratorio de la casa de la novia se adornaba el altar con profusión de flores y de luces, y á las ocho en punto de la noche efectuaba la nupcial ceremonia un canónigo de la Catedral, el prior de alguna de las comunidades, ó el capellán de la familia, cuando no era cleriguillo de misa y olla, salvo las rarísimas ocasiones en que el arzobispo santificaba la unión.
De cierto. Esto es lo que dicen: la propia olla las hortalizas recoge. 95 La Esmirna de mi Cina, a la novena mies al fin después de empezada, ha sido, y después del noveno invierno, editada, cuando quinientos, entre tanto, miles de versos, el Hatriense La Esmirna a las cavas ondas del Sátraco, a lo hondo, enviada será, a la Esmirna canos siglos, largo tiempo, la desenrollarán.
;pero qué
olla!... sobre una docena de brasas de carbón. Siempre que en la mañana se celebraba alguna fiesta en la iglesia, el padre Panchito se seclaraba, por sí y ante sí, obligado asistente.
Ricardo Palma
De ella salía ración colmada para dejar ahitas doscientas andorgas de fraile y cien barrigas más, por lo menos, de agregados á la sopa boba del convento, que era, como la bondad de Dios, inagotable la
olla del padre Panchito.
Ricardo Palma
Colgó la Cañizares el candil de la pared y con mucha priesa se desnudó hasta la camisa; y, sacando de un rincón una
olla vidriada, metió en ella la mano, y, murmurando entre dientes, se untó desde los pies a la cabeza, que tenía sin toca.
Miguel de Cervantes Saavedra