VIII Abre el rosal de la carroña horrible su olvido en flor, y extraña mariposa, jalde y carmín, de vuelo imprevisible, salir se ve del fondo de una fosa.
Antonio Machado
¡Ya para siempre descansaba Schopenhauer, cara de simio! Mas el concurso estremeciose con gran pavor, y no era en balde: una sonrisa percibiose en el difunto rostro jalde.
El orbe todo espléndido rutila con miríadas de soles y de esferas, y el alma, absorta de estupor, cavila, si serán esos astros cual lumbreras que un ángel las enciende, despabila y apaga cuando asoman las primeras nubecillas de jalde terciopelo con que a la aurora se engalana el cielo.
Ante la Panadería, del balcón del rey debajo y de espalda a la barrera en la arena del estadio, la guardia tudesca en ala, parece un muro de paño rojo y jalde, con cornisa hecha de rostros humanos, sobre la cual vuelan plumas en lugar de jaramagos, y brillan las alabardas heridas del sol de mayo.
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