Me levanto con esfuerzo, me visto con desidia y salgo con pesar, y cada paso, cada movimiento, cada gesto, cada palabra, cada pensamiento me fatiga como si levantara una enorme carga.
Había tanta claridad que me entristecí y salí con el corazón algo ensombrecido por aquel choque brutal de luz en el oro de los balcones, por el destello ficticio de la enorme araña de cristal, por la barrera de fuego de las candilejas, por la melancolía de esta claridad falsa y crusa.
Matasiete se tiró al punto del caballo, cortóle el garrón de una cuchillada y gambeteando en torno de él con su
enorme daga en mano, se la hundió al cabo hasta el puño en la garganta mostrándola en seguida humeante y roja a los espectadores.
Esteban Echeverría
La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior y urdió una cruel artimaña. Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos.
¡Vamos, ven tú acá, prenda mía! Y esto se lo dijo al cántaro, disponiéndose a sacarlo del enorme pilón de piedra. -¡Eso si que no lo consiente mi persona!
De nuevo, en la sien, sentía un peso
enorme que la adhería a la almohada, al punto de que ésta parecía formar parte integrante de su cabeza.
Horacio Quiroga
Cuando el señor Cristóbal penetró al día siguiente en el pueblo jinete en su Careto, con las alforjas bien repletas de encargos y abierta la enorme sombrilla de seda roja para resguardarse del sol, variando el itinerario que tenía por costumbre seguir se dirigió hacia la calle donde Cloto vivía.
Súbitamente, ante sus ojos, vio desplazarse un objeto extraño que tomó al principio por un enorme animal: perro, cerdo, no lo sabía; quizá fuera un oso.
Fuimos al Metropole, y desde la penumbra rojiza del palco vimos aparecer,
enorme y con el rostro más blanco que a la hora de morir, a Duncan Wyoming.
Horacio Quiroga
Tan despacio avanzaba, que el jinete tuvo tiempo de observar sobre las cabezas de los tres jornaleros algo que le llamó la atención. Era una
enorme masa de tierra, suspendida, por decirlo así, en el aire.
Emilia Pardo Bazán
Y como el novio no podía, ¡qué había de poder, malpocadiño!, subir por su pie la escarpada cuesta que conduce al Plomo desde la carretera entre Cebre y Vilamorta, ni tampoco sostenerse a caballo, se discurrió que dos fornidos mocetones de Gondelle, hechos a cargar el
enorme cestón de uvas en las vendimias, llevasen a don Fortunato a la silla de la reina hasta el templo.
Emilia Pardo Bazán
Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.