¡Daban hasta novecientos gramos en cada kilo! Tuvieron que rebajar despacio en el peso, encoger el metro en la mercería,
embarrar las papas...
Yamandú Rodríguez
La paja de embarrar está cortada, el pisadero, punteado con la pala, las maderas, preparadas y clasificadas: todo está listo; y pronto sucede que se han parado los principales: cinco tirantes bien clavados, en hoyos hondos y pisados con esmero; encima de los cuales se pudo colocar, antes que anocheciera, la cumbrera.
En caso de decidirse el patrón a alambrar alguna gran extensión, dejaba sólo un camino todo alrededor, y una que otra tranquera, siempre cerrada con candado, como para hacer comprender bien al viajero que, por estas puertas, hubiera podido pasar, si tal hubiera sido la voluntad de él, -dueño-, pero que él,-dueño-, no quería que se cruzase su campo, ni que le pisoteasen la paja de embarrar, ni el pasto puna.
¡que son alfileres!; paja de embarrar, linda, sí, para construir los ranchos de barro y para techarlos, pero pasto de poco valor, que sostiene sin mantener, y llena sin alimentar; y en los bajos, alguna gramilla rala, en manchoncitos, con otros pastos sabrosos y nutritivos, ¡pero en tan pequeña cantidad!, tales eran las riquezas de la pradera pampeana cuando llegó a la Argentina don Giuseppe.