Ningún reloj sonaba en los campanarios o en los monumentos. Pensé: «Voy a abrir el cristal de mi reloj y tocaré la aguja con mis dedos.» Saqué el reloj...
Esta misma acusación hacen los ojos con nubes al cristal que miran, diciendo: Está escuro; y llaman defeto del objeto el de la potencia.
No hay arma que en cristal no se resuelve de su Fusberta sanguinaria al paso; pues no hay hierro templado que le priva de penetrar hasta la carne viva.
Grandes arañas multicolores, con argénteas coronas en la cabeza, hilaban, de seto a seto, largos puentes colgantes y palacios que, al recoger el tenue rocío, brillaban como nítido
cristal a los claros rayos de la luna.
Hans Christian Andersen
Los árboles extienden Sus brazos a la tierra. Un vaho tembloroso Cubre las sementeras, Y las arañas tienden Sus caminos de seda -Rayas al cristal limpio Del aire-.
El coche aceleraba. Los transeúntes, a través del cristal, me hacían pensar en el agua que corre. Llegado a mi destino, salté a la acera y me adentré en el pasaje lleno de rostros preocupados.
En el plebeyo barro mal tostado hubo ya quien bebió tan ambicioso como en el vaso Múrino preciado; y alguno tan ilustre y generoso que usó, como si fuera vil gaveta, del cristal transparente y luminoso.
Sintióse el choque del cristal contra el cristal y un momento después apuraban los tres las copas con toda la elegante pulcritud que pudiera exigir el más primoroso y pulido de todos los bebedores.
Sus trapos pintorescos y de vivo color les distinguen de los burgueses; sus exclamaciones sonoras resuenan en el ambiente claro y frío como
cristal.
Emilia Pardo Bazán
Agarrábase a Inés, absorbiendo su respiración sana, su hálito perfumado, delicioso, preso en la urna de
cristal de los blancos dientes; aquel era el postrer licor generoso, caro, que compraba y que bebía para sostenerse; y si creyese que haciendo una incisión en el cuello de la niña y chupando la sangre en la misma vena se remozaba, sentíase capaz de realizarlo.
Emilia Pardo Bazán
Había tanta claridad que me entristecí y salí con el corazón algo ensombrecido por aquel choque brutal de luz en el oro de los balcones, por el destello ficticio de la enorme araña de cristal, por la barrera de fuego de las candilejas, por la melancolía de esta claridad falsa y crusa.
Grandes macizos de verdor flanqueaban el río, en cuyas orillas blanqueaban los molinos ribereños, de zafir purísimo parecía el horizonte y de cristal el espacio.