Ion: Dices verdad, Sócrates. Es la parte de mi arte que me ha costado más trabajo, pero me lisonjeo de explicar a Homero mejor que nadie.
La monja sacudió bravamente el agua que mojaba su mantilla de aldeana: —¡Vaya que me ha costado trabajo convencer a ese bendito Cura de Orio!...
Ya sería General, si no hubiese reñido con todos sus superiores desde que le pusieron los cordones de cadete, y los pocos grados y empleos que ha obtenido hasta ahora le han
costado prodigios de valor y no sé cuántas heridas; sin lo cual no habría sido propuesto para la recompensa por sus jefes, siempre enemistados con él a causa de las amargas verdades que acostumbraba a decirles.
Pedro Antonio de Alarcón
Convencida de que no existía cura ni trajinero que se atreviese a salir solo de Cebre a tales horas, había licenciado hasta la mañana siguiente a su gavilla y se retiraba; al ver un barbilindo de curita que se aventuraba en el camino, había querido jugarle una pasada; pero el ruido del gatillo la hacía temblar y le aconsejaba como único recurso la fuga. Dio un salto de
costado hacia el pinar, y el joven abad, picando a su viva yegua, se le fue encima, la alcanzó y la atropelló.
Emilia Pardo Bazán
El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el
costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira.
Horacio Quiroga
Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el
costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla —descansando, porque está muy cansado.
Horacio Quiroga
¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre?
Los confirmandos irán cogidos de la mano a la verde muralla; tú llevarás un vestido blanco que le habrá
costado mucho a tu madre, a pesar de estar hecho de otro viejo más grande.
Hans Christian Andersen
Joseíto oyó la voz de aquél, pero antes que pudiera hacer lo que su primo le ordenara, tronaron como uno solo varios disparos, y el Zorzales sintió como si le pasaran por el costado un hierro candente, y después, que le zumbaban los oídos y que se aflojaban sus músculos.
La señora había hecho bordar el suyo en todas sus piezas de tela, tanto exteriores como interiores, así como en su gorro de dormir y en el bolso de cama. Era un escudo precioso, y sus buenos florines había
costado a su padre, pues no había nacido con él, ni ella tampoco.
Hans Christian Andersen
A Joseíto, aferrado con mano crispada a las crines y al atajarre, sin perder felizmente los estribos y apoyándose en las cargas sujetas a la grupa, antojábasele aquello una pesadilla; un dolor vivo y taladrante parecía penetrar su costado; además, la sangre empapaba su camisa.
El instinto hizo resonar en él su voz poderosa, y arrancándose el pañuelo de seda que le servía de corbata, se lo llevó al costado oprimiendo con él la herida, y en aquel momento un extraño de la montura al desesperado latir de un perro, le despidió bruscamente arrojándole a algunos pasos de distancia sobre un terreno blando y movedizo.