Había ido creciendo a lo largo del tiempo, a costa de horas, bajo fuertes jaquecas, pero también como fruto de claras noches, es decir, de bailes cortesanos. Emilia había asistido ya al primer
baile; su madre llevaba un vestido rojo brillante, con encajes negros: traje español.
Hans Christian Andersen
Las lechuzas tamborileaban, silbaban los grillos, y los negros saltamontes soplaban con todas sus fuerzas en las armónicas. ¡Fue un
baile bien animado!
Hans Christian Andersen
Pero Emilia sólo bailó el primer
baile; le dolía un pie, no es que fuera una cosa de cuidado, pero tenía que ser prudente, renunciar a bailar y limitarse a mirar a los demás.
Hans Christian Andersen
Con la misma sonrisa complaciente recibió a don Jorge unos días más tarde. Probablemente el joven venía a dar las gracias por la invitación al
baile.
Hans Christian Andersen
-Al gran
baile pueden concurrir todos, incluso las personas, con tal que hablen durmiendo o sepan hacer algo que se avenga con nuestro modo de ser.
Hans Christian Andersen
Y a la señora generala parecía que se le oyeran rechinar los huesos cuando se dirigía en su carroza al
baile de la Corte, toda tiesa y envarada.
Hans Christian Andersen
Su hijo heredó todos sus caudales, y vivía alegremente: todas las noches iba al
baile de máscaras, hacía cometas con billetes de banco y arrojaba al agua panecillos untados de mantequilla y lastrados con monedas de oro en vez de piedras.
Hans Christian Andersen
Terminado el
baile, la princesa contó al hechicero que se había presentado un nuevo pretendiente, y le preguntó qué debía idear para plantearle el consabido enigma cuando, al día siguiente, apareciese en palacio.
Hans Christian Andersen
Otra vez era fiesta, aunque no en casa del general. Uno de los príncipes había organizado un
baile de disfraces, y se permitía la entrada a las máscaras.
Hans Christian Andersen
-No dude, se lo suplico. A como dé lugar sacamos la inversión, ya ve que el pueblo es rependejo. Y si es deporte y
baile... pos ...
Antonio Domínguez Hidalgo
CONTRAPUNTO Reverberante de luces y de gente; de ruidos y de humos; de brillos y de colores, el estudio de televisión se encontraba dispuesto para celebrar el acontecimiento publicitario entre las agitaciones y correteos discretos de los técnicos. El más fastuoso concurso de
baile que se había llevado a cabo desde el inicio de la televisora, comenzaría en unos instantes.
Antonio Domínguez Hidalgo
Un anuncio apareció, sin saber cómo, gritando con sus rojos matices: ESTAMOS EN EL AIRE... Y la pista de
baile se iluminó con un reflector de mil colores y las cámaras enfocaron tal escena.
Antonio Domínguez Hidalgo