-Pos, hija, llevo un vestío de sea que ya lo quisiera, pa ella lucirlo, la reina regente; un mantón que no está pagao dando por él to lo que pesa en billetes de a cinco chuscos; una gargantilla que toa la que la ve se quea hirnotizá; unos sarcillos de oro y diamante que están pidiendo a voces orejas de topacios, y un abanico de marfil to calao, tan calao que no se le ve el marfil, como que vale un millón; yo no te diré más sino que Toña, la hija del Caracola..., la Antoñica...., la que casi to el año está escupiendo y dándole guita al corsé...
-Pos lo que yo te digo a ti es que el Niño del Altozano es siete veces más de ácana que Periquito el Manguela. -Y lo que te digo yo a ti también es que vale como catorce mil millones de veces más, en tos terrenos, el Periquito el Manguela que el Niño del Altozano.
Una parte se agolpó sobre la cabeza y el cadáver palpitante del muchacho degollado por el lazo, manifestando horror en su atónito semblante, y la otra parte compuesta de jinetes que no vieron la catástrofe se escurrió en distintas direcciones en
pos del toro, vociferando y gritando: —¡Allá va el toro!
Esteban Echeverría
No puedo decir qué pasó en el primer instante. Pero en
pos de los primeros momentos de confusión y de humo, me vi con el cuerpo colgado fuera del antepecho, muerto.
Horacio Quiroga
Los franceses, aterrados, estúpidos, clavados en sus sillas por insoportable letargo, creyendo que la muerte de que hablaba el español iba a entrar en aquel aposento en
pos de los amotinados, hacían penosos esfuerzos por levantar los sables, que yacían sobre la mesa; pero ni siquiera conseguían que sus flojos dedos asiesen las empuñaduras: parecía que los hierros estaban adheridos a la tabla por insuperable fuerza de atracción.
Pedro Antonio de Alarcón
¡quiée usté callar!; y el otro día, que yo le sorté a él una indirerta por lo de los velillos, ¿sabe usté lo que me costestó? Pos lo que me contestó, que aquello es debío, a los berrinches que pasa por mí, de los cuales se le cuaja la sangre en esos sitios y se le pone del color de chocolate.
-Como el hombre estaba más arrancao por ti que un miura, y como el gachó habillela parneses jasta pa engarzarte en brillantes toíta entera... -Pos que se los coma con papas, que a mí con lo que gana mí Joselillo me sobrará cuando me case jasta pa peinesillos de carey.
-Pos yo tamién ricuerdo al señor Isidro: una vez jice yo con él un trato de unos primales; por cierto que me salieron argunos de los duros en que me pagó de los que no andan más que en coche.
-Pos mira tú que el otro estaba más emperrao que Chaquetón en saber si es que tú tiées el sueño mu pesao. -Pos que se lo pregunte al Zaragozano u a Joseíto después que nos casemos.
-Pos bien: mi consejo es que se vaya usté ahora mismito a su casa, coja usté una silla, se siente usté en ella delante del espejo mejor azogao que tenga usté en su cubril, meta usté mano a la petaca y se fume usté un par de cigarros mirándose en el espejo.
-Pos yo usté, lo que es a ese Pórvora le arrimaba un misto más pronto que se dice. -¿Un misto? Una puñalá trapera es lo que yo le arrimaba, porque ése y no más que ése es el que a mí me va a quitar del mundo, si es que Dios no lo remedia.
-¿Qué manos? ¿Pos no era manco de la zurda, comadre? -Sí que lo era, pero na más que con el zoquetillo de la mano que le faltaba sabía jacer él más primores que usté con dambas suyas y con las de cualisquier amigo.