México, D.F., a 9 de julio de 1993.- Dip. Juan Ramiro Robledo Ruiz, Presidente.- Sen. Mauricio Valdés Rodríguez, Presidente.- Dip.
Rómulo Alvarado Romero. D. Bustamante Rosales. Antonio C. Bustillo. V. Callejas. Ramiro Carvajal. Gustavo A. Castañedas. Gonzalo Cordóba. Raúl R. Cueva.
-¡Socorros -decía Ramiro sin escucharle-, prontos socorros podrían sólo salvarte! Pero aislados, abandonados como estamos, ¿cómo te los podré procurar?
A él le toca defender su trono, en vez de ocuparse, contra la jurada fe, en devaneos que un día lugar a su ruina den. Mas Ramiro no recobra los sentidos: buscaré un espíritu a propósito....
Ella siempre algún misterio supuso en ti, y así espera que me des noticia entera de tu vida y cautiverio. Una vez que en tu retiro las dos ocultas entramos, te oímos ... y sospechamos que no es tu nombre Ramiro. MARSILLA.
Básteos saber (ya que los nombres no me es lícito entregarlos a la publicidad) que entre ellos había algunos muy ilustres y muy históricos, al lado de otros que sólo representan la ilustración del dinero y de alguno que representa el parasitismo chic. En cuanto al anfitrión, llamémosle sencillamente
Ramiro.
Emilia Pardo Bazán
Sus apellidos y títulos salen a relucir frecuentemente en historias y genealogías. Envidiado, deseado en todo salón,
Ramiro no concurre a ninguno.
Emilia Pardo Bazán
Y algo tiene de verdad la hipótesis... El Gran Señor es el dueño de la casa,
Ramiro. Al verle tan indiferente, preocupado sólo de la forma y la línea, estudiaban a las que veían pasar desde el cierre, esperando la aparición de alguna beldad perfecta que cautivase al caprichoso potentado.
Emilia Pardo Bazán
¿Habría amado alguna vez
Ramiro? -¿Veis este cigarro? -dijo él cierta tarde, después de consagrar una mirada a la encantadora extranjera, la secretaria de embajada Nadina Stolewsky, que en su landó eléctrico bajaba hacia el paseo-.
Emilia Pardo Bazán
-comentó el parásito, arrancando una chupada deliciosa y un humo a oleadas lentas. -Cuanto hice para averiguar su paradero fue inútil -continuó
Ramiro-.
Emilia Pardo Bazán
-Desde entonces -continuó
Ramiro- he resuelto fumar, fumar, convertirlo todo en humareda que adormezca, que se disipe en el aire.
Emilia Pardo Bazán
Échale con los dedos un beso. Sonrió
Ramiro... La niña parecía pertenecer a la clase media modesta, en que las muchachas gastan chápiro a la moda, y las mamás velito.
Emilia Pardo Bazán